Han pasado ya ocho días desde las elecciones y nos ha dado tiempo a todos de sacar nuestras propias conclusiones en relación a los resultados y al mandato que dimos los ciudadanos a nuestros políticos.
Después de estos días en los que nos hemos pronunciado sobre el vencedor o el perdedor de las elecciones he llegado a la conclusión que ante los resultados sólo caben dos soluciones, la primera es que se celebren nuevas elecciones a no ser que los políticos sean capaces de interpretar y ejecutar el mandato que les hemos dado los votantes; mandato que sinceramente yo no entiendo.
La segunda solución, pese a que la Presidenta Armengol propugna la contraria, es un gobierno de concentración entre el Partido Popular y el PSOE con la aquiescencia, participación, consentimiento o abstención de Ciutadans. Los motivos por los que sólo cabe está segunda solución son en clave socialista o nacional y en clave internacional. Hemos leído que es el tiempo de la política pero también es el tiempo de la aritmética…
Pedro Sánchez, en mi opinión, no es el estadista que necesitamos, no tiene la talla política ni la experiencia de gestión para controlar un gobierno con socialdemócratas, independentistas, comunistas, antisistema, ecologistas… Con tantas sensibilidades como las que necesitaría agrupar para sumar los ansiados 176 diputados; sin olvidar la mayoría de bloqueo del PP en el Senado…
Además supondría el suicidio político del PSOE que sería fagocitado por Podemos como ha ocurrido en Baleares en estas últimas generales; y aún diría más, sería el suicidio político de Pedro Sánchez, un político gris y faltón que no podría frenar la ofensiva de sus conmilitones que le echarían a las primera de cambio en caso de intentar esa temeraria opción. Este pacto es el que propugna la Presidenta Armengol, la gran perdedora de estas elecciones generales en Baleares que no ha entendido el mensaje de los votantes de izquierda de esta Comunidad…
El futuro de la formación del gobierno de España no se decidirá sólo en Ferraz o Génova, se decidirá también en Berlín, en Washington, en Bruselas y especialmente en Beijing (cuando yo estudié se llamaba Pekín). China, como acreedora que es de nuestra deuda pública no puede, por razones obvias no puede consentir que en España forme parte del Gobierno un partido que en sus propuestas y especialmente en su espíritu está no devolver la deuda externa. Y más cuando en 2016 debemos renegociar la deuda. Como dijo uno de los juristas más brillantes que he conocido ahora Magistrado del Tribunal Supremo: “El dinero es una cosa muy seria”.