DEPORTES

Acoso y derribo (o demolición)

Alejandro Vidal | Miércoles 16 de diciembre de 2015
Mientras Utz Claassen exhibe su verborrea y lo mismo da tres partidos a Gálvez que se los quita –su retahíla de contradicciones figurará pronto en el Guinness de los récords-, solicita de los acreedores ordinarios una quita adicional del cuarenta por ciento y anuncia una ampliación de capital de veinte millones de euros a la que ya antepone un adverbio condicional, al club le ha caido una deuda añadida ante la imposibilidad de alcanzar un acuerdo con el Ajuntament de Palma respecto a la permuta del Lluis Sitjar con Son Moix, con la Asociación de Propietarios del viejo estadio a la espectativa. Y es que, tal como adelantó ayer este digital, los poseedores de títulos de propiedad del recinto de Es Fortí ya han sido instados a abonar 1200 euros por cada uno para responder por los gastos del derribo que tuvo que ejecutar Cort. Esto le supone al club el abono de unos 300.000 euros al ser el titular de una tercera parte del total de acciones emitidas.
Como ya comenté en su día, el proyecto del alemán en el multiusos municipal choca con no pocas trabas burocráticas. Una de ellas negociar con las acciones en su poder que se encuentran pignoradas por la Agencia Tributaria. Pero es que, además, el estadio se levanta sobre una superficie de cinco fincas expropiadas en su día con el fin de construir una instalación deportiva capaz de albergar la Universiada 99. Un cambio de uso que diera cabida al uso comercial del total de la extensión o parte de ella, otorgaría derechos retrospectivos a sus antiguos propietarios.
Si el equipo asciende a primera división, algo que a día de hoy se antoja complicado, el nuevo reparto de los derechos de televisión que proporcionarían un ingreso en torno a 40.000.000 de euros, supondría un respiro para la economía bermellona. De no ser así y sin conocer aún si la cacareada ampliación será o no cubierta, lo contrario rozaría el ridículo, la tesorería puede quedar muy tocada. Y no olvidemos que el actual presidente, que presume de haber evitado la desaparición del club, lo recibió con una deuda de poco más de veinte millones respecto a los ochenta con la que tuvo que apechugar el consejo de administración precedente.

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