Llegaba la gala final de ‘Gran Hermano’, una final acelerada y repentina en la que, pese a que todos teníamos la intuición de que la ganadora estaba decidida, no las teníamos todas con nosotros por los los derroteros que había tomado el programa en las últimas semanas, en las que parecía que ese ente que es ‘Gran Hermano’ había decidido que el maletín fuera a parar a manos de Igor.
Pero no ha sido así, y al final se han cumplido todas las expectativas y Susana, la concursante murciana que ha traído locos a prácticamente todos los hombres de la casa, se ha hecho con el maletín de los 300.000€. Solo había que tener un poco de ojo; cinco nominaciones salvada y un equipo de fans que aunaba no solo a los suyos, sino a todos aquellos que habían apoyado a Argi, ganadora virtual de esta edición si no hubiera sido por su lengua demasiado larga.
Susana ha sido una concursante sosa, es probable que ni una persona inflada de gas de la risa haya esbozado una ligera sonrisa visionando su estancia en la casa. Pero ha sido una concursante coherente, y desde luego ha sido una concursante que ha dado de qué hablar, que al fin y al cabo es de lo que se trata. Fue ella la primera en acaparar la atención de todos los focos con su relación con el innombrable Danny DJ, que para Mercedes Milá se ha transformado en algo así como Voldemort, aquel del que nunca hablamos. Nada más entrar en la casa, todos los ojos fueron a parar a ella; y no me refiero a los espectadores, sino a los ojos de todos los hombres que habitaban esa casa. Susana es guapa, tampoco es la mujer más guapa que haya pasado por la casa, pero tiene pelazo. Y como todos sabemos, una mujer es tan guapa como la deje su pelo, e incluso Nuria González con una buena melenaza podría convertirse en Miss Universo.
Y de esa relación con Danny DJ nació su legión de fans. No hay nada que le guste más a la audiencia que una mujer despechada, excepto si esa mujer es Chenoa, que ya estamos bastante acostumbrados; y ese “si te tengo que utilizar, te utilizo” que Danny le profirió cuando entró su novia Eva (aka la peor actriz de la historia) en la casa, hizo que millones de mujeres (y algunos hombres) se sintieran en el deber de defender a esa pobre chiquilla indefensa. Ella no hizo dramas, no quemó su imagen, y eso hay que dárselo.
Su amistad con Argi también le ha servido como trampolín; la expulsión de la vasca fue como un machete de Rambo abriéndole el camino hacia la final, ella lo explotó lo justo, porque si algo ha sido Susana es lista, por mucho que Mercedes Milá y los guionistas nos hayan intentado hacer creer que la cabeza pensante era Igor. Y solo hay que ver cómo ha manejado su relación con los gemelos, manteniéndose en medio, haciéndose imprescindible e iniciando una relación con Gonzalo de manera discreta, sin dar espectáculo ni peticiones de novios como la de Kristian a Sonia, dando vergüenza ajena a límites que no habíamos visto en televisión desde Santa Justa Klan. Porque ella sabía, porque la gente está en paro y se va a la casa a gritarles cosas, que los gemelos no estaban muy bien considerados en el exterior y que mezclar su imagen con ellos le convenía muy poco. Chica lista. Premio merecido.
Una última etapa unida a Álvaro y Desi ha hecho que Susana haya podido parecer divertida, no lo ha sido, pero lo ha parecido que es lo importante. Susana no será una ganadora que recordemos durante años como Fresita, Ismael o Pedro; pero tampoco es de esos que nos haya dado rabia como Javito, Judit o Ángel Muñoz, del que hace falta decir hasta el apellido para acordarse. Un justo final para una edición de ‘Gran Hermano’ extraña que será recordada por cualquier cosa menos por su ganadora.
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