EL COSTURERO

Memoria funeraria en digital

EL COSTURERO | GEMA MUÑOZ

Viernes 02 de noviembre de 2012

El viajar es un placer que nos suele suceder, así dice la canción infantil que hicieran famosa los payasos de la tele Fofo, Miliki y Gaby.

Al viajar disfrutamos de hermosos paisajes, de la cultura del lugar que visitamos y porque no, también encontramos cosas curiosas,  viajando estos días he descubierto en el Diario de Yucatán una noticia que puede dejarnos con la boca abierta a más de alguno.

Morirse sabemos que es inevitable, algo por lo que todos hemos de pasar. Ricos y pobres estamos en ese momento en igualdad de condiciones, pero existen formas y formas de dejar una huella en este mundo cuando ya no estamos en él, para ello se han creado los “entierros personalizados”; el negocio de las funerarias también se hace eco del famoso “renovarse o morir” y para no caer en la dejadez comercial ha creado nuevos productos para un mercado ávido de consumir incluso en el más allá.

Este año la moda en cuestiones mortuorias es la memoria digital post mortem, para obtenerla se necesitan 150 euros, por esta cantidad una empresa rastrea los perfiles sociales y la información que exista del difunto en internet y las graba en un USB para que sus familiares conserven ese recuerdo.

EL servicio también incluye si la familia lo considera necesario, el borrado de esa “vida digital”  así como a la cancelación de perfiles o comunicación de la muerte a sus contactos.

Como decía viajar es cultura, y si hablamos de muerte no puedo dejar de contaros sobre una de las tradiciones más arraigadas en la cultura mexicana: el culto  a la muerte.

El ritual y todo lo que ésta representa, se vive de forma intensa en tierras mexicanas, en este país la muerte es vista como algo natural e incluso alegre, pues se considera que morir es simplemente un paso más y que éste debe hacerse sin lágrimas ni grandes dramatismos. A diferencia de otros países México sigue manteniendo costumbres que tienen su origen en tradiciones prehispánicas.

Dentro de la visión prehispánica, el acto de morir era el comienzo de un viaje hacia el Mictlán el reino de los muertos. El viaje duraba cuatro días. Al llegar al punto de destino, el viajero ofrecía obsequios a los señores del Mictlán: Mictlantecuhtli (señor de los muertos) y su compañera Mictecacíhuatl (señora de los moradores del recinto de los muertos). Los dioses lo enviaban a una de nueve regiones, donde el muerto debía cumplir un periodo de prueba de cuatro años antes de continuar su vida en el Mictlán y llegar al último piso, que es el lugar de eterno reposo, denominado “obsidiana de los muertos”.

La tradición de entregar ofrendas a los señores de la muerte para tener un buen recibimiento en el más allá, con el paso del tiempo dio lugar a los altares de muertos que se construyen cada año en muchas regiones del país.

En los altares de muertos se cuenta la metáfora de la vida misma entendiendo a la muerte como un renacer constante. Esta representación es una de las  tradiciones más importantes de la cultura popular mexicana, conocida internacionalmente y protegida por la UNESCO como patrimonio de la Humanidad.

El sincretismo entre las costumbres españolas e indígenas ha dado origen a lo que es hoy la fiesta del Día de Muertos, que más que una festividad cristiana, es una celebración resultado de la mezcla de la cultura prehispánica con la religión católica.

Finalmente, me quedo con la creencia de que la muerte ya sea real o digital no es más que un cambio de estado, un cambio de plano al que todos nos dirigimos y del que muy pocos han vuelto.


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