EL MICROSCOPIO

Nanopartículas y medicamentos

el microscopio | emilio arteaga

Miércoles 10 de octubre de 2012

En el año 66 el director Richard Fleischer rodó una película titulada Fantastic Voyage, que en España, siguiendo la absurda costumbre de cambiar los títulos, se exhibió como Viaje alucinante, cambio que desvirtúa el sentido del original y por demás innecesario, ya que la traducción es en este caso bien fácil: Viaje Fantástico. La película narra la historia de una nave y su tripulación que son reducidos a un tamaño microscópico e inyectados en la circulación sanguínea, en la arteria carótida, de un científico, único conocedor de la técnica de miniaturización permanente, que padece un coágulo cerebral inoperable tras resultar herido en un atentado. La idea es que naveguen por los vasos sanguíneos hasta llegar al coágulo y destruirlo con un láser y, de esta manera, curar al científico que, si la misión fracasa, morirá, o quedará en estado vegetativo. Disponen de una hora de tiempo, antes de que empiecen a recuperar su tamaño normal. Lo que tenía que ser un viaje directo a la circulación cerebral se complica porque la nave es arrastrada a la vena cava superior por una comunicación arteriovenosa y se inicia un viaje complicado, lleno de peripecias, que incluyen la presencia de un saboteador entre los tripulantes, a través del corazón derecho, la circulación pulmonar, el sistema linfático y el oído interno, hasta llegar al coágulo que consiguen destruir. Finalmente salen a través del nervio óptico y el canal lagrimal y son recogidos justo a tiempo antes de que se inicie la recuperación del tamaño normal. La película a pesar de una trama demasiado simple, tiene algunos alicientes notables, como unos magníficos, para la época, efectos especiales, por los que fue galardonada con el Óscar, la presencia de Raquel Welch y algunas escenas memorables, como una en la que la propia Raquel Welch es atacada por anticuerpos del sistema inmunológico del científico y es finalmente rescatada por otros miembros de la misión. Al parecer la Fox está planeando realizar un “remake”, utilizando las técnicas actuales de 3D y efectos especiales digitales. No estoy seguro de que mejore el original, tampoco veo claro que actriz actual pueda mejorar los méritos de Raquel Welch, pero ya veremos.

 

La miniaturización reversible de seres vivos y objetos es pura ciencia-ficción, pero la idea de la administración de un fármaco que llegue y actúe específica y exclusivamente allí donde se encuentra el tejido enfermo que debe ser reparado o destruido, está en el mismo origen del tratamiento farmacológico. Paul Ehrlich, el fundador de la quimioterapia, ya enunciaba hace más de 100 años el concepto de “magic bullet” , bala mágica: un compuesto que reconociera específicamente el microbio a destruir, de modo que se le pudiera acoplar un fármaco contra dicho microbio y, de ese modo, se crearía una “bala mágica”, que actuaría solo contra el objetivo, sin perjudicar a la persona.

 

El problema al que nos hemos enfrentado desde entonces es que, por desgracia, la administración a los pacientes de productos con actividad farmacológica, ya sean medicamentos de síntesis o naturales, presentan diversos problemas: dichas substancias se distribuyen de manera amplia e inespecífica por el cuerpo, tienen efectos secundarios tóxicos, que perjudican a las personas, provocan incumplimientos en la toma de las dosis prescritas y fallos terapéuticos. También son destruidos por el metabolismo del paciente y la rapidez con que se produce dicha destrucción limita las posibilidades terapéuticas y obliga a pautas de dosificación no siempre fáciles de seguir, lo que lleva más incumplimientos y más fallos del tratamiento. Además, muchos medicamentos no son capaces de atravesar algunas de las barreras biológicas del cuerpo humano, especialmente la barrera hematoencefálica, que restringe drásticamente el paso de sustancias al cerebro.

 

Para obviar estos problemas, se están desarrollando sistemas de administración de fármacos basados en la nanotecnología, mediante el acoplamiento de los medicamentos a nanopartículas, que permitirán la protección del medicamento de la degradación por el sistema metabólico del paciente, graduar su liberación, lo que permitirá reducir las cantidades de medicamento y el número de dosis administradas. También permitirá llevar el medicamento a la localización específica en la que debe actuar, así como atravesar las barreras biológicas naturales. Esta tecnología aún está en fase de investigación, pero ya hay algunas aplicaciones disponibles en el campo del diagnóstico por la imagen, especialmente en el ámbito de la detección de tumores.

 

El desarrollo de estos sistemas terapéuticos específicos basados en el uso de nanopartículas, a fin de satisfacer la necesidad de incrementar la selectividad, bioseguridad y eficacia de los tratamientos farmacológicos, va en la misma dirección que la denominada “medicina personalizada”, pero, a diferencia de esta última, que está resultando impracticable por demasiado cara, los costes, aunque no baratos, pueden resultar asumibles. Las áreas de la medicina que más se van a beneficiar en el próximo futuro de esta tecnología son el tratamiento de algunos tipos de cánceres, así como el tratamiento de algunas enfermedades degenerativas neurológicas, como la enfermedad de Parkinson, la corea de Huntington, la esclerosis múltiple, quizás incluso la enfermedad de Alzheimer. Ahora bien, tampoco nadie debe tener expectativas inmediatas. Todo se encuentra todavía en fase de investigación y aún falta algún tiempo para que los primeros tratamientos sean una realidad. Por desgracia, la actual coyuntura económica mundial, con la consabida crisis y las restricciones a la investigación, supondrán, están suponiendo, un retraso en el desarrollo de esta y otras tecnologías sanitarias de vanguardia.


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