Según el padre Segarra, se ha producido un "aumento espectacular de gente que acude a pedir comida desde que se ha iniciado la crisis y que se ha agravado debido a la llegada de muchos inmigrantes" aunque no hay que confundirse. Segarra aclara que si bien hace unos años los habituales eran "gente de la calle e inmigrantes, ahora también hay mucha gente mallorquina que habían llevado una vida normal hasta hace poco".
Una situación que, para muchos, supone un mal trago: "hay gente mayor que solo te enteras que tienen necesidades porque hablas con ellos y, poco a poco, vas descubriendo cosas, atando cabos y sacando conclusiones pero tener que hacer cola para conseguir comida es una situación muy dura para muchos que, hasta hace poco, llevaban una vida plena en ese sentido. Hay gente que siente verguenza, es normal".
Para poder atender esta demanda, unos 70 voluntarios (entre los que hay muchos jóvenes) trabajan en turnos en diversas tareas: "desde hacer bocadillos y descargar el camión de provisiones hasta ir a buscar, a primera hora de la mañana, lo que los comercios y restaurantes nos ofrecen" porque lograr todo lo necesario para atender a tanta gente, necesita de la colaboración de muchos: "los rotary Club, el Lions Club, Sa Nostra, el Banco de Alimentos, Cooperativas, Centros comerciales... pero también particulares que están muy concienciados, en lo que a comida se refiere, de lo que está sucediendo".
Curiosamente, un colectivo mayorítario en la cola que diariamente puede verse frente al convento, es el de los musulmanes: "Vienen muchos y a veces son muy exigentes en cuanto a lo que les das pero también los hay que son muy amables. Ahora, con el Ramadán, se ha notado un descenso pero la presencia de esta gente nos obliga a hacer un menú diferente por las restricciones alimenticias a las que les obligan sus creencias".
Y sobre cuales son en estos momentos los principales problemas a los que hacen frente, el padre Segarra dice que es prioritario "lograr un local para atender a la gente cuando llueve y para otorgar un mínimo de discreción a la gente que acude aquí. Lo cierto es que cuando la finca de enfrente estaba ocupada por 'okupas', nos iba muy bien, porque nos cedían un garaje para que pudieramos atender a la gente pero ahora no lo tenemos y nuestras instalaciones son muy pequeñas, no podemos hacerlo".
Y con las Navidades a la vuelta de la esquina, las necesidades se multiplican: "hacemos una comida al año para unas 200 personas y también una campaña de recogida de juguetes de la que se benefician unos 400 niños, por eso, cualquier ayuda es bienvenida aunque no recogemos ropa porque de eso se encarga la Iglesia de La Merced"