BANYARRIQUER

Todos a bailar

BANYARRIQUER | MARC GONZÁLEZ

Viernes 06 de julio de 2012

Una de las mentiras mediáticas que más ha calado últimamente es la de que nuestro país se halla inmerso en la corrupción política como nunca antes. Naturalmente, todo el mundo es hijo de la época que le ha tocado vivir, y no se puede exigir a los menores de 45 ó 50 años que recuerden la corrupción existente durante la dictadura franquista: las recomendaciones como método de selección de funcionarios, la dádiva para que un expediente pasara a la parte superior del montón, el pago a los funcionarios de justicia, los enchufes en la mili y un largo etcétera. Las corruptelas menores era moneda común, pero también existía la corrupción con mayúsculas, para importar bienes, para obtener licencias, para edificar hoteles, en fin, para cualquier cosa que precisase de la intervención administrativa.

En nuestra comunidad, abundaron en la idea de nuestra progresiva y supuesta putrefacción social algunos sectores de la izquierda nacionalista que, con un márketing muy estudiado, se han pasado las últimas legislaturas vendiendo la especie de que todos los demás partidos, singularmente a su derecha, estaban invadidos por la corrupción. Salvo ellos, claro.

Ahora parece que en el PP se están poniendo las pilas para que aquí baile el más pintado, y que las almas puras, castas y virginales de la izquierda nacionalista y del ecocomunismo puedan explicar ante la Fiscalía y los juzgados de instrucción algunos episodios, digamos embarrados, de su gestión.

Y es que, hasta que en este país no comience todo el mundo a hacer examen de conciencia, sentir dolor de los pecados y anidar propósito de enmienda, los ciudadanos vamos a experimentar la sensación de que estamos viendo una partida de ping-pong: Cuando gobiernan unos, los otros desfilan por el juzgado, y viceversa.

Personalmente, no le deseo a nadie una sanción penal, pero ya es hora de que todos los que han pontificado día y noche, a través de sus medios de comunicación de cabecera, las maldades de los demás y han instruido, juzgado y condenado a sus vecinos sin haber examinado una sola prueba sumarial, comiencen a sentir el temor a ser los siguientes, para que en el futuro se piensen dos veces antes de crucificar al adversario político con el único ánimo de obtener rédito electoral.

Y cuanto digo no debe interpretarse en absoluto como una llamada a una imposible e indeseable omertà, sino a la ponderación y a la mesura en el juicio del prójimo, y a aquello tan evangélico de evitar ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.

Si todos nos aplicamos estos principios, además de más ecuánimes, seremos mucho más felices.


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