CON PUNTA FINA

La dedocracia en los partidos políticos

CON PUNTA FINA | MANU BLANCO

Manu Blanco | Martes 19 de junio de 2012

Nunca me cansaré de repetir que el refranero español es muy sabio … ¡que nos lo digan a nosotros los españoles que lo aplicamos prácticamente a diario! Bueno, a diario o cuando nos conviene. Las normas están para cumplirlas o para todo lo contrario. La democracia es el mejor invento social desde la llegada a finales del S.XVIII, de la Revolución Francesa. Todos tenemos voz y voto. Todos nos sentimos representados y todos tenemos el derecho libre de representar a un colectivo. Hasta aquí, correcto.

El intríngulis de la cuestión aparece cuando este concepto abstracto, el de la democracia, aterriza en el seno de las formaciones políticas. Ellas deberían ser las abanderadas del cumplimiento de este principio, aunque en ocasiones se vislumbra, más bien, todo lo contrario.  Es en este justo momento cuando el concepto sufre en sus propias carnes el proceso metamórfico para convertirse en dedocracia. No hay de qué alarmarse. Entre ambos conceptos existen similitudes formales. La única diferencia formal, claro está, es el cambio de una consonante.

Ahora bien, la semántica ya es otra historia. Nada tiene que ver la democracia y su expresión de globalidad con la dedocracia, es decir, con la digitación directa hacia alguien o hacia algo. Y en esto de las similitudes y diferencias los partidos políticos intentan liarnos.

Está claro que en clave interna, unos y otros, intentan derrochar por doquier una sensación de democracia abrumadora, cuando ocurre todo lo contrario. Por ejemplo: La elección del nuevo secretario general de la Federación Socialista de Palma vendrá digitada desde los órganos de partido por mucho que se esfuercen en vender a la opinión pública la idea de “un afiliado, un voto” (por cierto, metodología que empezó a aplicar el Sr. Bauzá). Y de este modo, matamos a dos pájaros de un tiro. Disipamos cualquier ápice de enfrentamiento interno y transmitimos sensación de unidad a la opinión pública. Exactamente igual ocurre en el seno de la formación popular. Por la gracia de  alguien, uno u otro, será encumbrado a las alturas internas de la sede de Palau Reial con su consiguiente representación en los órganos de dirección.

En definitiva, el modus operandi de todos los que se dedican a la labor de servir. El problema llega cuando los líderes ya han alcanzado sus cotas de autoritas y potestas. Tenerlas en su haber no debería representar un cambio de las reglas del juego.

 


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