Con la liga cerca de ondear la bandera a cuadros y el Mallorca asomado a la permanencia, ha llegado la hora de que la dirección deportiva del club active su maquinaria. No en vano, los agentes ya han pulsado el interruptor del mercado y a partir de ahora todo se va a suceder a una velocidad de vértigo, sobre todo en las sociedades con escaso músculo financiero.
En esas, Serra Ferrer se ha encontrado a principios de abril con un club liberado de las cargas de la administración concursal, un equipo a lomos de la salvación y un entrenador que está en el expositor. ¿Y qué hacemos ahora?
Más allá de que sopese renovar a tipos con gran carga emocional en el vestuario, lo cierto es que el Mallorca debe empezar por tratar la continuidad de su técnico. Liberado del rigor de la guillotina deportiva, tiene que hacerlo desde un análisis sesudo, protegido de las informaciones teledirigidas que sitúan a su entrenador en Valencia o Sevilla. La SAD, sin filtros para contratar pero con unas obligaciones económicas de gran tamaño, no debe caer en la temeridad de ofrecerle un cheque en blanco a Joaquín Caparrós, porque ese sería el principio del fin.
Es innegable que el de Utrera ha logrado que el equipo deje de respirarcon ventilación mecánica desde hace semanas y merece renovar, pero también que ahora la prioridad es la supervivencia de la institución. Y eso está por encima de cualquier pizarra. @xiscocruz en twitter