Lo cierto es que hay pocas copias de esta película que trata sobre la llegada de un desconocido (papel interpretado por Colm Menay) a un pueblecito de montaña y de como cambia la mentalidad de los habitantes a través de su relación con él. A las pocas copias se añaden los problemas de distribución del filme pues “los circuitos son muy competitivos” -asegura Bestard.- “Hay que competir contra las producciones norteamericanas y contra las españolas que cuentan con el apoyo de los grandes medios de comunicación. Un apoyo que no es malo pero que te deja con la sensación de que la industrialización de la pantalla grande deja de lado a la película de autor y más aún con el cine de autor español que no consigue conectar con el público”.
Aún así Bestard confía en la respuesta que el público mallorquín tenga con su obra: “La plaza fuerte es Mallorca. Es una película mallorquina y necesita el apoyo de los mallorquines” y matiza que no se trata, en absoluto, de una crítica velada al hermetismo del mundo rural: “Todo lo contrario. Es un mundo en el que yo crecí y que me cautiva. Expongo el punto de misterio que rodea el mundo en un pueblecito de montaña desde la fascinación. Los personajes son muy positivos y es, además, una película para todos los públicos. Quizá más dirigida a gente de unos treinta años pero en la que los más jóvenes podrán también descubrir cosas”.
Y nos confía una ilusión: “Me gustaría que la película fuera un sleeper, es decir, ese tipo de películas durmientes que, de pronto, despiertan y funcionan. Me gustaría que el boca a boca también funcionara y que ello repercutiese en la película. Aunque reconozco que a un director siempre le gusta contar con el beneplácito de la crítica”.
Una crítica, por cierto, que avala una película que debe verse para conocer que se cuece en el cine mallorquín aunque el director cree que ha recibido algún que otro juicio injusto: “Estoy contento con la crítica pero hay que tener en cuenta que se trata de una película dirigida por un nobel en el campo de los largometrajes y creo que, en estos casos, hay que animar. La crítica, en un caso así, debe intentar extraer los logros pero en el festival de Valladolid, por ejemplo, recibí críticas que creo que fueron algo duras. Si te señalan lo positivo, aprendes, y te permite mejorar. Pero bueno, Valladolid es otra cosa: allí no hacen diferencia entre directores nóveles y profesionales curtidos. Yo creo que mi película es de un seis o seis y medio sobre diez”.
Preguntado sobre si una vez acabada la obra y con el paso del tiempo cambiaría algo, lo tiene claro: “Sí, muchas cosas. Pero eso no es algo que solo me pase a mí. Le pasa a todos los directores. Cambiaría cosas por mi afán de perfección pero la película ya está estrenada y no puedo hacerlo. De todas formas no se alarme: también dejaría muchas cosas”.
Confiesa que ha habido muchos momentos buenos durante el rodaje: “Cada vez que gritaba '¡acción!' y veía como los actores creaban sus personajes era fantástico” y pocos malos: “No recuerdo momentos malos durante la grabación, de hecho, el último día de rodaje quería seguir grabando. Lo más tedioso, sin duda, ha sido lograr la financiación necesaria para el proyecto: he tardado 5 años desde que tuve el guión en mis manos hasta que conseguí reunir el dinero para llevarlo a cabo, una experiencia que no le deseo a nadie”.
Pero lejos de desanimarse, el director ya trabaja en su segundo proyecto: “Sí, espero que haya otra película. Tengo tres proyectos sobre la mesa y solo puedo adelantar que los tiros irán por la comedia”.