Martes 15 de noviembre de 2011
Carlos March, el presidente de Banca March, afirmó ayer que “sobra el 30 por ciento de las oficinas bancarias españolas”. No lo dice explícitamente, pero ya se imaginan qué nos está anunciando. Basta salir a cualquier país europeo para darse cuenta que lo que ocurre en España no tiene parangón: hay una agencia en cada esquina. O dos. O hasta cuatro, que es el máximo que permite una esquina.
Este dato hay que relacionarlo con el número de clientes: en España la densidad de población en las ciudades es más alta que en el norte de Europa, por lo que se podría explicar una cierta sobreoferta en España. Sin embargo, todo tiene un límite: hay lugares en los que la desproporción es tan brutal que hace daño a la vista. Si a esto le añadimos que algunas entidades, sobre todo cajas, tienen desde siempre convenios espectaculares, hasta con 18 pagas anuales, comprenderemos que las cosas son difíciles de aguantar. En los años buenos, este estado de cosas suponía menos ingresos y, por lo tanto, menos beneficios; en los años malos esto significa pérdidas. Los años malos, sin embargo, no empiezan ahora. Ya llevamos cuatro años malísimos en los que se ha cubierto la realidad con ingeniería financiera, con enguajes que permiten disimular la evidencia de que esto no encaja.
Otro tema que nos quema y que tendremos que resolver de prisa, corriendo, ahogados. Precisamente la forma en la que nunca debemos abordar las transformaciones. Pero claro, lo que no se hace con calma y rigor cuando no es urgente, se ha de hacer a trompicones cuando no hay tiempo. Está pasando por todo. En todos lados.
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