Lunes 07 de noviembre de 2011
¿La sanidad? Ni hablar, con la salud no se juega. ¿La educación? Tampoco se toca, porque es el futuro; nuestros hijos equivale a lo que dejamos. ¿El tren? ¿Otra vez queremos arruinar el transporte público, beneficiando al coche? ¿Recortamos, pues, de la cultura? Este gobierno se ha vuelto loco. Ahí está el lío del Principal para demostrar que la cultura es lo que somos. Bien, no mencionemos la lengua que es poco dinero que va directamente a las economías familiares de los beneficiarios. Entonces, ¿tocamos la televisión? Ya hemos visto el lío en Televisió de Mallorca. Así podríamos seguir recorriéndolo todo. En el último año, no ha aparecido un solo concepto de gasto sobre cuya supresión hubiera acuerdo o, al menos, poca oposición. Todo genera un río de protestas.
Entonces, ya que todas las propuestas que aparecen son rechazadas radicalmente, y en muchos casos yo comparto la oposición a estos recortes, hagámoslo al revés: ¿hay alguna manera de aplicar ahorros en nuestro gasto público desaforado?
Si la respuesta es positiva, ya va siendo hora de que haya un consenso en esos asuntos y nos pongamos en ello. De lo contrario, dado que estamos gastando varios cientos de millones de euros anuales más de lo que ingresamos, podemos ir pensando en cómo abordamos el estallido atómico que se va a producir más pronto a más tarde. Lo que está claro, se diga lo que se diga, es que no podemos continuar indefinidamente gastando más de lo que ingresamos. Esto es una ley evidente que si nosotros no la compartimos, quienes nos han de prestar el dinero sí que la tienen grabada a fuego en el frontispicio de su casa.
Porque, supongo, ¿tampoco habrá nadie dispuesto a pagar más impuestos, precisamente ahora?
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