OPINIÓN | ACTUACIÓN
Redacción | Lunes 11 de julio de 2011
Este pasado fin de semana quedó demostrado en el Teatro Principal que Rafael Amargo es algo más que un buen bailarín: es un artista en el amplio sentido del término, capaz de poner en escena un espectáculo de primera magnitud, variado, lleno de ritmo y que engancha al espectador de principio a fin.
Un espectáculo en el que la estrella de Granada se recrea con un público que se queda gratamente sorprendido con alguna de sus actuaciones, como cuando canta a capela a Edith Piaf y tararea un tango argentino. Pero lo más llamativo es cuando se desnuda en pleno escenario y se queda en calzoncillo.
Ante el torso de atleta del bailarín que tiene a Lorca como icono -“que digan que soy raro, que lo digan, no me importa”- las mujeres y los gays presentes en el Teatro del Consell no pueden evitar los suspiros y algunos no pueden reprimirse y exclaman, aunque por lo bajini, bueno, bueno, bueno…
Fue algo más que puro taconeo, con buenos cantaores y buenos músicos: un espectáculo diverso que tuvo como complemento final, para sorpresa de todos, una actuación desinhibida al mostrar su cuerpo esbelto, con cadencia y recreándose, y mostrando su calzoncillo de color café y ajustado.
Como diciendo, aquí estoy yo y los tengo bien puestos. Nunca se había visto nada igual en el Principal. Seguro que ésta visita profesional de Amargo a Palma será recordada tanto por su buen hacer como por el desnudo casi integral de un artista de los pies a la cabeza. El morbo genera expectación.
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