OPINIÓN

Se nos va la olla con la lengua

Jueves 06 de agosto de 2015
Vaya por delante que mi lengua materna es el valencià, o sea, el catalán con las peculiaridades y modos típicos de los valencianos. Aprendí mis primeras palabras en catalán, me expreso con los míos en catalán y desde luego considero mi lengua materna como parte de mi cultura y de mi persona. Es cierto también que trabajo hace muchos años en medios de comunicación de ámbito nacional y por ello casi siempre utilizo el castellano en mi ámbito profesional por exigencia del guión. El español es mi segunda lengua, la que aprendí en la escuela y la considero casi tan mía como el catalán. Casi. Soy bilingüe y estoy encantado de ello.

El inglés, sin embargo, es otro cantar. Lo he aprendido a trompicones, lo hablo y escribo más mal que bien, y no lo uso salvo cuando tengo necesidad de comunicarme con alguien que no habla catalán o español.  Lo mismo me pasa con el francés, que lo aprendí de niño, y casi nunca tengo ocasión de usarlo, pero me va muy bien en mis contados viajes a territorios francófonos.  Por que  tengo muy claro que, más allá de la cultura de cada uno, los idiomas sirven para comunicarse. Y por encima de cualquier otra consideración, la elección del idioma a utilizar en un acto de comunicación humana deberá ser siempre aquella o aquellas en que tal comunicación pueda existir de manera fluida por ser conocida por emisor y receptor.

A mi no se me ocurre de entrada hablar español cuando voy a Londres. Por incómodo que me resulte, hablo en inglés.  Tampoco hablo en catalán cuando viajo a Sudamérica. Un colombiano o un mexicano es posible que entienda algo de lo que digo si les hablo en mi lengua materna, pero si lo que quiero es que me entiendan bien, tendré que hablar en castellano.  Lo mismo pasa cuando voy a Madrid. Allí me expreso en castellano. Porque soy consciente de que es la manera de hacerme entender.

¿Queda claro el concepto, verdad?

Uno puede tener una lengua propia, amarla más que a nada en el mundo, pero si las circunstancias lo requieren, se cambia a otra lengua y no por ello se está traicionando a sus principios y a su cultura.

¿Estamos de acuerdo?

Pues que alguien se lo explique por favor, y es solo un ejemplo, a la concejal socialista del Ayuntamiento de Palma, Susana Moll, que en la presentación oficial de la 34 Copa del Rey de Vela, ante un nutrido grupo de destacados periodistas venidos de Madrid, hizo su discurso en perfecto mallorquín.  Algo estupendo si lo que quieres es que no te entiendan aquellos  que van a escribir sobre Mallorca durante una semana.

Se nos va la olla con la lengua.

 

 

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