OPINIÓN

El mono asesino

Miércoles 05 de agosto de 2015
Olvidamos  con frecuencia que descendemos de un mono asesino. Nacemos agresivos y nos volvemos violentos. Hay que recordar que el proceso de hominizacion  está  todavía en vía de desarrollo, la complejidad de la mente humana y  que es muy posible que la mayoría de las acciones diarias estén ya establecidas límbicamente antes que el córtex cerebral las  intelectualice neocorticalmente, lo que cuestionaría el libre albedrío.

¿Existe la maldad entre los seres humanos?: Por supuesto que si. La maldad es interpersonal, propia de los seres humanos, no se ve en animales irracionales, permite un análisis psicológico de la interacción de la victima y el agresor e implica intencionalidad. Todos podemos comportarnos de forma malévola en nuestra vida.Según Cerejido  la humanidad entera coincide en llamar “hijo de puta” al perverso. La «hijoputez»  sigue siendo una  «infamia universal».  Según el autor, el afán por causar daño al prójimo es mucho más que un comportamiento cultural o psicológico, responde a pautas y patrones que permiten un estudio de la maldad desde un punto de vista biológico.

Como explicarse el  comportamiento de los soldados en Guantánamo y Abu Ghraib, los distintos tipos de castigos y tormentos infligidos a través de la historia, así como el maltrato cotidiano al que están expuestos millones de personas condenadas a la pobreza por una serie de decisiones tomadas por «hijos de puta» .Y ¿las victimas de la violencia de género?.

El cerebro humano a pesar del proceso de hominizacion- muy pocos miles de años- conserva y posee un primitivismo atávico que condiciona muchas de nuestras conductas violentas”. No es la muerte lo que tenemos que temer sino una vida con des-amor. ¡Cuantas cosas hacemos los seres humanos para que nos quieran y nos reconozcan¡ .Incluso hacer daño. Que poco apreciamos nuestra vida y la de los demás cuando esta se encuentra vacía o llena de situaciones traumáticas y persecutorias.

En muchas ocasiones en el guión vital y biográfico del agresor siempre encontraremos carencias, familias desintegradas, duelos patológicos, ausencia de cariño, abrazos y un ambiente familiar negativo. Hay personas  violentadas  por las circunstancias de su vida que se instalan en la violencia como la única manera de sobrevivir-ya que no de vivir- y parasitados por la envidia, el odio, el resentimiento, la desconfianza hacia si mismos y hacia los demás, añadido a un profundo miedo a la vida  y la muerte, que como telón de fondo, lo contamina todo. Estas son una de las claves que nos permiten deconstruir y comprender el fenómeno de la violencia en el contexto social actual.

Admitamos que todavía funcionamos y nos acompañamos con ciertos mantras : por ejemplo que las cosas malas no ocurren a las buenas personas, que las personas en posición de autoridad actuaran responsablemente, que tenemos bajo control nuestras vidas y que el mundo es un lugar predictible y racional. Bien seguir infantilizados es un afrontamiento desadaptativo teniendo en cuenta que la triste realidad, que siempre es  un buen negocio, supera la ficción más dramática  que al ser humano se le ocurriese imaginar.

Estamos asistiendo impertérritos, como sino fuera con nosotros de vergonzantes episodios donde se escenifica el trato indigno a las personas.  En la violencia de género hay previamente  mucho silencio de los corderos, aunque luego todos nos rasguemos las vestiduras.  Tras un  cacería sistemática y sistematizada, con hostigamiento continuado con el  que se va aniquilando psicológicamente a la victima, muchas veces  asistimos al desenlace final: la muerte de la mujer o lo que es  peor: matar a los hijos para que sea una muerta en vida,  generándole un  duelo patológico y crónico, imposible de elaborar, donde sádicamente se anula cualquier esperanza y donde se inocula la culpa, que cual mafia mental parasitirizara la  mente de la victima. Hay mucho sadismo y mucha hijoputez en sucesos que han ocurrido últimamente y que nos han sobrecogido y escandalizado.

Afortunadamente la sensibilización ha  cambiado  pretéritas  respuestas sociales que  normalizaban  la violencia y revictimizaban  a las victimas.

No se trata de cruzarse de brazos ante procesos destructivos. Aquí no vale la equidistancia ni el silencio de los corderos. Nada de guiños cómplices: solidaridad en vez de complicidad. Ah y recuerden ni estamos en derrota y mucho menos en doma

y como decía Buda “el odio no vence al odio, solo el amor vence al odio

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