Martes 04 de agosto de 2015
Uno puede ser de izquierda, de derechas, apolítico o mediopensionista. Lo que no puede ser, especialmente si ha accedido a un cargo oficial, es un patán maleducado. Cuando uno tiene el status de representante público puede cambiar las maneras de proceder e incluso el protocolo. Pero perderse en el postureo resulta inadmisible.
Es ridículo y una tomadura de pelo acudir al puesto de trabajo como concejal o diputado en chancletas y pantalón corto, negándose a ponerse una americana o una corbata por presuntos principios, y luego plantarse con un impecable traje con corbata para ir a la boda de la prima de uno. Eso no vale. O se es coherente con una manera de estar en la sociedad o no se es. ¿Eres un revolucionario antisistema cuando se tratata del Ayuntamiento pero no lo eres cuando tu tía Mari Pili te invita a una boda? Para hacérselo mirar.
Tan ridículo es lo anterior, como patético es acudir a una audiencia con el Rey en un carísimo coche oficial, por más republicano y antimonárquico que seas, y pedirle a SM que anule una recepción oficial para donar el coste de la misma -mínimo, ya se lo digo- a causas sociales. Primero predica con el ejemplo y renuncia al coche oficial,por ejemplo. O dona tu astronómico sueldo a tu ONG favorita. Y luego pide cosas razonables y no tonterías. Que luego viene El Rey que no es tonto y te explica que cuando montes tus sesiones plenarias itinerantes por las islas puedes contratar para el cátering a una empresa con fines sociales, por ejemplo. Zas, en toda la boca.
Nos toman por tontos, querido lector, con tanto postureo alguno de los nuevos políticos. Menos gestos de cara a la galería, por favor, y más trabajo. Que el sueldo se lo pagamos todos.