OPINIÓN

¿Superioridad moral?

Juan Carlos Enrique | Miércoles 27 de mayo de 2015
Como el cemento. Así tienen el rostro algunos de nuestros políticos. Siempre tan dispuestos a ver la paja en el ojo ajeno mientras ignoran la docena de vigas que se incrustan en su globo ocular. Hay que tener muy baja catadura moral, por ejemplo, para haber pasado por un proceso de imputación por parte de un juez y dar lecciones de moralidad al resto de partidos exigiendo la salida de las instituciones de otros imputados. Siempre que tienen ocasión te explican qué, obviamente, el motivo por el cual se ha imputado al de enfrente es gravísimo, como para ajusticiarlo al amanecer en la plaza pública, pero que obviamente a él se le imputó injustamente porque el instructor  no se enteraba o bien que aceptó la denuncia interesada de un impresentable.

Hay que exigir limpieza. Hay que acabar con la corrupción. Y el primer paso para ello debería ser la firma de un pacto entre todas las fuerzas políticas, nuevas y viejas, para atajarla y sobre todo despolitizarla. Soñemos despiertos. La corrupción no tiene color político, tengámoslo claro. Corruptos hay, ha habido y seguirá habiendo en todas las formaciones políticas. Hay que tener presente que el número de corruptos que integren las filas de un partido será siempre directamente proporcional a la cuota de poder y de cargos públicos que ostente. Eso si, con el permiso de la extinta Unió Mallorquina, que estos rompieron todas las estadísticas. Ya lo dijo un juez: el fin último de UM era la corrupción. Para darles de comer aparte. En bandeja de plástico y en la Carretera de Sóller, para más datos.

Pero volvamos al momento actual: Nos engañan los nuevos partidos cuando asocian corrupción a los partidos de siempre y nos dicen que no hay corruptos en sus filas. Claro que algunos no los tienen. ¡Si a fecha de hoy nunca han mandado en ninguna parte! No han tenido oportunidad. Ahora que se la hemos dado con nuestro voto, aparecerán los corruptos. En las filas de todos los partidos. La naturaleza humana es compleja y un porcentaje minoritario pero importante de los seres humanos se corrompe con pasmosa facilidad. El resto de mortales tenemos un precio, pero es mucho más elevado. Quien nos haga creer que es absolutamente incorruptible, nos engaña. Todo hombre tiene un precio, dicen, y pienso sinceramente que es así. El problema es que demasiados hombres se venden por precios extremadamente bajos.  El mío, que seguro que lo tengo aunque no lo tenga reflexionado, es alto. Altísimo. ¿Y el suyo, querido lector? Cuente, cuente…

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