OPINIÓN

Esta habilidad

Vicente Enguídanos | Viernes 10 de abril de 2015
Llevo recorrido un largo periplo defendiendo principios y valores, asimilables con un espectro ideológico concreto, incluso tratando de interpretar en positivo los mensajes crípticos y difusos con los que se identifica cierta élite conservadora, pero me reconozco perplejo tras revisar los veinte minutos del desayuno con los que José Ramón Bauzá escenificó su calvario ante María Casado, más acá de la Semana Santa.

Aunque la excusa con la que justificó su segunda ausencia del Comité Ejecutivo Nacional Popular, con la que se cebaron algunos analistas impíos, puede entenderse por lo numeroso del séquito que suele acompañarle en sus desplazamientos, en cambio, no soy capaz de descifrar el valor calculado de la palabra que más veces reiteró ante las cámaras de Televisión Española: ESTABILIDAD. Porque, a estas alturas de la película, puede invocar al voto útil, rememorar el recurso tópico del lobo con piel de cordero, citar la necesidad de consolidar el esfuerzo colectivo para no despilfarrar los sacrificios vividos, incluso referirse al riesgo de que no es gaseosa con lo que jugamos el próximo 24 de mayo; pero basar en la estabilidad política su reválida electoral, con las sucesivas correcciones que ha impuesto en su propio gobierno y en la única Comunidad española que lleva veinte años consecutivos alternando de color, es simplemente una boutade. Sobre todo, si asimila el fundamento de progreso que comporta su referencia con el respaldo suficiente para gobernar, cuando hemos tenido experiencias recientes en las que la fortaleza del ejecutivo siquiera precisó de mayoría parlamentaria simple con la que sostenerlo.

Siento no compartir su orden prelativo, porque un pacto que dé garantías al inquilino del Consolat de Mar no asegura la adopción de medidas eficaces para consolidar el crecimiento de nuestra economía y corregir el desencanto de quien perdió la esperanza en el futuro. Lo que realmente le hace falta a un proyecto para que sea solvente y gane adeptos es coherencia, precisión de objetivos y confianza social. Así acabas mandando y, además, gobiernas.

Coincido aún menos, cuando considera que ahora es tiempo de estadistas, que renuncian a la primera persona del singular, cuando ese ha sido siempre el origen y la razón de ser del servicio público. Tampoco puedo hacer mía la afirmación de que ha llegado el momento de superar las ideologías y trabajar para los ciudadanos, porque eso a lo que está renunciando es exactamente la base de la democracia y lo que les ha convertido, como parte de una lista cerrada, en mandatarios del pueblo soberano.

Me temo que el parcial de abril en la asignatura de comunicación es manifiestamente mejorable, algo crónico en los alumnos del ala este, pues deduzco que el candidato in pectore a seis semanas de abrir las urnas pretendía sensibilizar a la opinión pública de la importancia de ser asertivos y responsables, los contribuyentes y sus administradores, alejándonos de utopías imposibles o de endogamias partidistas y personalismos estériles. En eso puede contar conmigo, porque he interiorizado que un voto no es una carta a los reyes magos, sino un contrato de arrendamiento del BOIB, del que puedes no sobreponerte.

Sin embargo, aunque justo antes de los próximos comicios llevaremos dos años y medio reduciendo las tasas de paro, el aval económico no le bastará al presidente balear para cimentar una sociedad mejor, si declina defender las esencias que representa y no exhibe la habilidad de aunar criterios y aglutinar voluntades, a través del mínimo común, frente a la querencia política, natural entre sus filas, de hallar el máximo divisor.

No conviene que se diluya, con la vorágine de una precampaña, que la sostenibilidad de una institución sujeta a sufragio se basa en el liderazgo que le atribuyen sus paisanos, como consecuencia del modelo que reproduce y la clarividencia de sus decisiones, pero que no se adquiere únicamente gracias al reparto traslúcido de cuotas, por armónica que parezca su convivencia a priori. Por eso es recomendable que avalemos propuestas definidas y creíbles, que puedan implementarse con la aportación de terceros, pero sin que los programas sean papel mojado o un instrumento exclusivo para ganar elecciones.