Jueves 09 de abril de 2015
La imagen de un equino de los que habitualmente tiran por las calles de Palma de una tradicional galera desplomado en la calzada es impactante pero ya no es excepcional. Cada año se repiten unos cuantos episodios de este cariz y empieza a ser muy preocupante y sumamente desagradable. Es imposible valorar el perjuicio que en términos de imagen turística causa incidentes así a Palma, cuando en los últimos años los esfuerzos que se han hecho para mejorar son perceptibles y reconocidos por todos.
‘The Sunday Times’ calificó hace unas semanas a Palma como la mejor ciudad del mundo para vivir. No debe serlo para los caballos que tiran de las galeras cargados de turistas, según se desprende de la reiteración de sucesos que colocan a estos animales como víctimas de graves indisposiciones, cuando no de muerte. No es posible mirar hacia otro lado y hay que denunciar la situación. Los propietarios de los animales deben proporcionarles un trato más adecuado o responder ante las autoridades de lo que les suceda a los cuadrúpedos bajo su cuidado. Los veterinarios municipales y la Policía Local deben incrementar los controles por sorpresa y aumentar el rigor de las inspecciones periódicas que se realizan.
Hay que hacer todo lo posible para que este tipo de sucesos no se repitan. No es admisible y supone un baldón en la imagen turística que Palma trata de proyectar, cuando se predica con razón que se persigue la excelencia, la hospitalidad y el máximo cuidado por el medio ambiente. Los animales que tiran de las galeras turísticas no son máquinas y su fuerza y capacidad de trabajo no es infinita. No se puede seguir fingiendo y hacer como que no ocurre nada. No hay orejeras para todos. Las autoridades municipales deben tomar cartas en el asunto sin demora.
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