OPINIÓN

Amarillismo

Pablo Torán | Jueves 09 de abril de 2015
No cabe duda de que la libertad de prensa es una de las principales virtudes que lleva aparejada una democracia: que existan periodistas que digan lo que quieran y que cada uno sea libre de consumir el producto que considere oportuno.


Sin embargo, últimamente han acaecido dos hechos cuyo tratamiento mediático me ha hecho preguntarme si la forma en que han sido analizados es la más oportuna. El primero de esos hechos fue el dramático accidente del avión de German Wings en Los Alpes, en el que más de un centenar de personas perecieron como consecuencia de un copiloto trastornado, que se encerró en la cabina para estrellar el avión y suicidarse junto a todos los pasajeros. En este caso, no creo que ni yo ni nadie podamos imaginar cómo fueron los últimos minutos de vida de esos pasajeros ni el enorme sufrimiento que todos sus familiares arrastrarán consigo durante todas sus vidas. Sin embargo, en mi opinión, en muchos programas e informativos se han excedido al ofrecer hasta los más mínimos detalles puramente morbosos de la vida del copiloto, cuando se trata de una cuestión que deberá estudiar la Fiscalía y los Tribunales para aclarar lo ocurrido en el vuelo. No quiero decir que el público no deba conocer los detalles de por qué ocurrió eso, pero existen unos límites que, por respeto a los familiares y amigos, no deberían sobrepasarse. Afortunadamente, estos casos son menores.


El otro caso al que me refiero es el de un conocido político a quien, según parece, se están investigando por violencia de género. En este sentido, me veo obligado a formular una pregunta: ¿Alguien cree que, aunque un Juez diga que es inocente, su carrera y su nombre no van a quedar manchados de por vida? ¿Es posible reparar el incalculable daño que ya se ha causado a su nombre? Todos somos inocentes hasta que no se demuestre lo contrario y, muchísimo más, cuando se trata de una persona con una relevancia pública que, como consecuencia de este tipo de cuestiones, va a quedar señalada de por vida. Y, ojo, no estoy restando importancia a la violencia de género: cualquier persona que la haya cometido, que responda ante la justicia y que sobre ella caiga todo el peso de la Ley pues se trata de un problema endémico e incomprensiblemente repetido a lo largo de los años; sea un político o sea un ciudadano de a pie. Sin embargo, a la vista de estos hechos, parece necesario que, en tanto no se haya efectuado el enjuiciamiento de ese caso, nadie se vea obligado a padecer una mancha de este calibre en su expediente.


El caso al que me he referido anteriormente viene a engarzarse con otros supuestos que he relatado y que conectan directamente con los problemas que el imputado (o el investigado) sufren mientras se instruye un caso. Una instrucción no es más que una investigación que, con posterioridad, otro Juez se encargará de enjuiciar. Imputado no es igual a condenado y, por mi experiencia, no siempre es cierto el "algo habrá hecho" con el que muchos excusan el vilipendio público que, en muchas ocasiones, sufren los imputados.