Emilio Arteaga | Lunes 06 de abril de 2015
El pasado fin de semana leí un artículo de la escritora Carmen Posadas, en el que trataba de los papanatas, esa es la palabra que utiliza, que dan la espalda a determinados avances médicos y científicos, en base a informaciones no contrastadas surgidas de fuentes de conocimiento dudosas, como internet, o a opiniones de personas de cierto prestigio social pero nula competencia científica, o a la difusión de falacias por parte de organizaciones sectarias de tipo religioso o social.
Se centraba de modo especial en el rechazo a las vacunas y en la moda de parir en el hogar. Ambas tendencias forman parte de una especie de movimiento de retorno a lo “natural”, entendiendo como tal el dejar que la naturaleza siga su curso sin intervención humana que lo modifique. Siguiendo esta línea de pensamiento, el parto es un acto natural y lo más lógico es que tenga lugar en casa. Esta práctica supone dejar a la mujer y al feto expuestos a toda una serie de riesgos “naturales”, como las hemorragias masivas, el desprendimiento de placenta, el estallido del útero, el desgarro vaginal y las infecciones, entre otros. La maternidad ha sido la causa más frecuente de muerte prematura en las mujeres a lo largo de toda la historia de la humanidad. Aun lo es en muchos países del tercer mundo. Y sin embargo en los países desarrollados, en que hemos reducido la mortalidad por parto a niveles mínimos, ahora muchas mujeres, educadas y con un buen nivel de vida, deciden afrontar los peligros inherentes a dar a luz fuera de un hospital, como si hacerlo en una clínica con la asistencia de los profesionales sanitarios y con toda la tecnología disponible por si surgen complicaciones no fuera igualmente “natural”.
En el tema de las vacunas hacía referencia a una epidemia de sarampión que tuvo lugar en Estados Unidos, al contagiarse de la enfermedad en Disneylandia algunos niños no vacunados, que luego la diseminaron a otros niños igualmente no vacunados al retornar a sus lugares de residencia. Este fenómeno ya lo hemos observado en Europa, en los países de la antigua órbita soviética, donde se dejó de vacunar en los años 80 y 90, en este caso por problemas de colapso económico de los regímenes comunistas más que por cuestiones de movimientos antivacunas.
El artículo está, como es habitual en Carmen Posadas, muy bien escrito, y retrata de manera clara y con un punto de ironía el “papanatismo” de todos estas personas que, pese a tener un buen nivel educativo, económico y social, se dejan llevar por opiniones e informaciones sesgadas, manipuladas o directamente inventadas, emitidas por personas famosas o individuos o sectas sin ninguna credibilidad ni autoridad científica.
Sin embargo, contiene unos comentarios acerca de la viruela que son erróneos y que pueden ser utilizados por este tipo de individuos para desprestigiar su opinión. En uno de los párrafos, hablando del desastre de la epidemia de sarampión debido a la no vacunación de los niños, hace referencia a que: “se comenzó por prescindir de la vacuna de la viruela, con el argumento de que dicho mal estaba ya erradicado y que, por tanto, los posibles efectos colaterales de la inoculación eran mayores que la posibilidad de contraer la enfermedad”. El caso es que eso es exactamente lo que se debía hacer. Ante el hecho de la erradicación mundial de la enfermedad, ya no tenía sentido seguir vacunando y exponer a las personas a los peligros de la vacuna que, aunque mínimos existen. Los riesgos de los efectos secundarios de la vacuna ya eran superiores al beneficio.
En otro párrafo hace otra referencia a la viruela aun más errónea. Concretamente escribe: “de una enfermedad que casi había desaparecido por completo nos encontramos ahora con que empieza a haber casos, con el riesgo que entraña para toda la población que no está vacunada”. Ignoro cuales sean las fuentes de información o de asesoría de la señora Posadas, pero esta frase es errónea y puede provocar una sensación de inseguridad en la opinión pública totalmente injustificada.
La viruela no ha “casi desaparecido por completo”, ha desaparecido por completo. El último caso de infección natural se detectó en Somalia en 1977 y la enfermedad fue oficialmente declarada erradicada por la OMS en 1979. Desde 1977 solo se han producido dos casos de viruela, fue en 1978 en Birminghan, Reino Unido, y fueron debidos a una fuga de un laboratorio de investigación. Uno de los afectados murió y el responsable del laboratorio se suicidó. Este incidente motivó la decisión por parte de la OMS y de las autoridades internaciones de eliminar todos los cultivos existentes de virus de la viruela, con dos únicas excepciones, unos cultivos mantenidos en condiciones criogénicas y bajo ultraestrictas medidas de seguridad en los Centers forDisease Control and Prevention (CDC) en Atlanta, Georgia, Estados Unidos y en el Centro Estatal de Investigación en Virología y Biotecnología (VECTOR) de Koltsovo, Novosibirsk, Rusia. La OMS ha propuesto en varias ocasiones la destrucción definitiva de ambos, opinión sostenida también por gran parte de la comunidad científica pero, de momento, no se ha llegado a un consenso y los cultivos de mantienen.
Desde la declaración de erradicación en 1979 no se ha vuelto a producir ningún caso de viruela en el mundo. Al escribir sobre estos temas debemos procurar presentar datos ciertos y contrastados. Los partidarios de los movimientos antivacunas y similares, aunque ellos sí que entregan informaciones y datos sesgados, manipulados y falsos, aprovechan cualquier resquicio para desacreditar a quienes se oponen a sus tesis delirantes. Vivimos tiempos en los que la ignorancia, la degeneración intelectual y la estulticia campan rampantes por internet, por las redes sociales y por algunos medios de comunicación. Al combatirlos, no debemos contribuir a aumentar la confusión.
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