Vicente Enguídanos | Jueves 05 de marzo de 2015
Con la medianoche retumbó, de los picos de Aroche al Cabo de Gata y desde las marismas del Barbate a Despeñaperros, el pistoletazo de salida para la primera de las citas electorales del año. En esta ocasión sería más adecuado asimilar la pegada de carteles y el inicio de la campaña con el encendido de la Feria, aunque de tópicos Andalucía está más harta que de su clase política.
Cuatro caras, de hombres y mujeres por igual, que se mirarán el primer domingo de primavera al espejo de las urnas, liderando una lista por primera vez en su carrera política. Susana Díaz (PSOE), Antonio Maillo (IU), Juanma Moreno (PP) y Teresa Rodríguez (Podemos) -por orden alfabético- se podrían repartir los 109 escaños a tenor de las encuestas, aunque podría irrumpir algún invitado imprevisto de los que se cuelan de rondón cuando el anfitrión se descuida. Pero es difícil que eso suceda, ya que el Palacio de San Telmo solo ha tenido un dueño desde las primeras elecciones en 1982 y ya van diez con ésta. El latifundio político ha sido de tal magnitud que, si juntas las formaciones que sólo se cambiaron el collar, únicamente siete han sido las opciones ideológicas que han ocupado escaño en el antiguo hospital de las Cinco Llagas de Nuestro Redentor, en pleno barrio de la Macarena.
Todos los ojos, ahora más que nunca, miran a los cerca de seis millones y medio de andaluces que están llamados a votar, no sólo por el importante peso político que tienen las ocho provincias en el conjunto de España, sino por la inevitable extrapolación de sus resultados, la lectura interna que se derive en el partido aún líder de la oposición y de quien aspira a sustituirlo, la verificación del desgaste que en plena crisis financiera supone la corrupción política y para saber si usar el BOJA para beneficio partidista le ha salido gratis a la presidenta o le castiga como a su homólogo de Cataluña.
Ninguna encuesta le concede a uno de los aspirantes el apoyo del 40% de los sufragios, sin los cuales es casi imposible obtener mayoría absoluta, por lo que la mejor posicionada en la parrilla de salida se vería obligada a pactar con otra fuerza política. Con el permiso de los “naranjitos”, que canibalizarán el desgaste Popular y dado que Podemos no dilapidará su crédito ganado a fuerza de no hacer nada, es previsible que resucitemos un acuerdo de gobierno imposible de sostener hace dos meses y comprobemos la vigencia de aquella máxima del serval de Lampedusa: "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie". Un despilfarro estéril, para una sociedad paupérrima, al anticipar innecesariamente unos comicios que sufragarán los bolsillos de unos y otros, aunque no afectará a todos por igual, ya que los candidatos de Podemos e Izquierda Unida reconocen disponer en sus cuentas corrientes casi tres veces más que sus adversarios de la “casta”.
Así pues, la trianera que tardó diez años en licenciarse en derecho y que no se ha puesto la toga en su vida, porque no hacía juego con la rosa, podrá sentarse a gestar su retoño, personal y político, dejando que Pedro Sánchez consiga una prórroga para consolidar su inestable liderazgo, al menos hasta el 24 de mayo. Dos semanas nos quedan por delante para despejar todas las incógnitas o iniciar la senda de otras nuevas. Lo que parece seguro es que las campanadas, que sonaron anoche por las televisiones del sur, no se vieron interrumpidas por un anuncio, ya que sus ventanas estarán repletas de propaganda hasta la víspera de San Filemón, cuando llegue el equinoccio político a la simpar Andalucía.
Noticias relacionadas