Tomàs Ibarz | Jueves 22 de enero de 2015
Aún hoy retruena en las paredes del Teatro Principal la abrumadora ovación que se llevó el martes Mateu Isern tras pronunciar su último discurso institucional como alcalde de Palma. Y el Teatro estaba lleno a rebosar. Y estaba Bauzá. Y estaba Durán. Era la gala de los Premis Ciutat de Palma. Último gran acto.
Isern está marcando con suma elegancia y respeto cada una de las fases de su despedida de la política. Es algo que la ciudadanía le está agradeciendo. También en su propio partido. Ese partido que por lo visto no pisaba lo suficiente. Por eso está fuera de la partida.
En esta partida no son pocos los que señalan a José Ramón Bauzá y/o a José María Rodríguez como los malos de la película. Quizás lo sean. Sin Isern, las expectativas de voto en el PP de Palma han descendido notablemente. Está en el ambiente.
Ante esta situación falta hacer una reflexión ahora que las aguas parecen más calmadas tras la disputa. Es saludable el ejercicio de parar y levantar la mirada. Haciéndolo, uno se da cuenta de que Bauzá y/o Rodríguez han utilizado un argumento para la defenestración de Isern que se hubiera dado en cualquier otra formación política.
Si Francina Armengol tuviera en el PSIB un fantástico alcalde de Palma (fantástico, electoralmente), pero que prescinde de hacer vida de partido y de relacionarse personalmente con los que más mandan, ¿qué haría?. Pues seguramente despacharlo como ha pasado en el PP. ¿Qué haría Biel Barceló?. ¿Y Jaume Font en el Pi?. ¿Y Podemos?. Bueno, lo de Podemos estaría por ver.
Al final, Bauzá queda como el malo, pero en la misma situación, los partidos que han criticado el proceder de Bauzá hubieran hecho exactamente lo mismo. Con las mismas o con otras formas.
Dicho esto, está claro que en el fútbol Luis Enrique y Messi (F. C. Barcelona) escenifican estas semanas el "problema" entre Bauzá e Isern. En el caso del Barça, si hay títulos, Luis Enrique será un héroe. Si no, le cortarán la cabeza.
¿Bauzá ha echado a su Messi?
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