Jorge Campos | Miércoles 24 de diciembre de 2014
En estas fechas, junto a la familia, me acuerdo de amigos y familiares, de los que están y de los que ya se han ido. Y, año tras año, también me acuerdo de nuestros militares. De los que no regresarán a su hogar en estas fiestas por estar cumpliendo su misión, y de los que han alcanzado el hogar del Salvador cuyo nacimiento celebramos hoy. Soldados, guardias civiles, Policía Nacional, repartidos por medio mundo que arriesgan sus vidas para que nosotros, por ejemplo, podamos seguir celebrando la Navidad.
La Fundación Círculo Balear, que presido, y yo mismo nos sentimos profundamente agradecidos por su sacrificado trabajo. Mantengamos desde aquí el recuerdo a ellos y a sus familias.
Vivimos en un mundo en el que persiste la violencia, la insolidaridad y la muerte. Mensajes aterradores nos llegan a través de la televisión y de las redes sociales difundiendo ejecuciones brutales. Escenarios de violencia donde nuestros soldados pasarán su Navidad como parapetos de la paz. Centinelas de la autora. Así los define el General Rafael Dávila de quien tomo prestadas sus palabras. En Afganistán, Líbano, Somalia, Bosnia-Herzegovina, Uganda, Mali, República Centroafricana, nuestros más de 2.000 militares son un alto el fuego, una oferta de paz ante el fanatismo violento.
En Navidad, desde aquellos lugares lejanos, es la familia lo más preciado, la nostalgia que humedece los ojos del más bravo de los soldados.
Izarán nuestra Bandera cada mañana, por nosotros y con nosotros, mientras su momento de Navidad será una breve llamada a la familia. Su único contacto con el hogar. Algunas familias no recibirán esa llamada. Recordarán esa canción, ese himno, que nos recuerda que la muerte no es el final.
Esta es la Navidad de nuestros soldados. Nuestros héroes. Centinelas que esperan la aurora. Feliz Navidad a todos.
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