Domingo 23 de noviembre de 2014
Estoy harta de oír, últimamente, que la justicia debe ser ejemplarizante. Es decir, que debe dar ejemplo tanto en la forma como en el contenido. La justicia, señores míos, debe ser justa, no ejemplarizante.
El caso del ex presidente del Govern, Jaume Matas, es el más llamativo. Una parte de la sociedad pide a gritos que se le meta en la cárcel. La ley le pone a prueba y éste no la supera. Le declaran culpable y debe ingresar en la prisión de Segovia. Aplausos y vítores. La justicia ha hecho lo que su nombre indica, justicia.
Sin embargo, cuando la ley dice que puede salir de la cárcel disfrutando de un tercer grado la cosa ya no gusta tanto. Y los que aplaudían se dedican, ahora, a poner en duda la aplicación de la ley sobre el ex president.
¿Pasaría lo mismo si el protagonista en cuestión fuera otro? ¿Se está aplicando sobre Jaume Matas la misma fuerza legal que se aplicaría con otro acusado? ¿O se pretende demostrar, con el también ex ministro, que cuando la justicia quiere sabe ser firme e implacable?
Yo sólo digo una cosa, si Matas tiene que ir a la cárcel que vaya todo el tiempo que se merezca. Si la ley lo dice va a misa. Ahora bien, si la ley en un momento determinado también dice que puede disfrutar de un tercer grado no entiendo porque, al poco tiempo, se da marcha atrás y donde dije digo, digo Diego. Da la sensación que, una vez más, la justicia o, mejor dicho, quienes la aplican, actúan en función del acusado y no del delito y de su evolución legal. Sólo espero que si alguna vez me veo en una situación similar le caiga en gracia al que me tenga que juzgar.
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