OPINIÓN

Freedom for Catalonia

Jorge Campos | Miércoles 12 de noviembre de 2014
Ni la falsa democracia de la Venezuela bolivariana (ejemplar para Podemos) ha llegado a tanta farsa como lo ha hecho el separatismo catalán: Oriol Junqueras y Francesc Homs realizando recuentos en las mesas electorales, niños depositando papeletas en unas urnas que apenas alcanzan, ciudadanos que votan 3 o 4 veces. El circo ilegal del 9N.

Sin garantías electorales, sin convocatoria oficial, sin censo electoral fiable, sin Junta Electoral imparcial, sin sorteo previo para nombrar presidentes y vocales en las mesas electorales, sustituidos por voluntarios independentistas. Por supuesto, sin interventores que pudieran dar fe de la imparcialidad. No ha existido una campaña electoral a favor y en contra de la propuesta. Sí unos medios de comunicación a favor de la independencia casi en su totalidad, convirtiéndose en órganos de propaganda. Los catalanes en el extranjero pudieron votar en las delegaciones de la Generalidad. Pero no pudieron votar los catalanes residentes en el resto de España, aunque sí cualquier extranjero empadronado en Cataluña, y los menores de 18 años, catalanes y no catalanes, que fuesen mayores de 16 años. Aunque, como he dicho antes, también hemos visto a niños introduciendo papeletas. Sin olvidarnos que se aplica el voto en diferido: Se puede votar hasta 15 días después del 9 de noviembre.

Con todo esto, con el único objetivo de mostrar el mayor índice de participación posible, con independencia de lo que luego se votase, puesto que ya se tenía la certeza de que prácticamente todos serían partidarios del sí, con millones de euros públicos invertidos y más de 2 años de campaña institucional, el fracaso ha sido estrepitoso. Según sus propios datos, el 70% de la población no fue a votar.

Y, aun así, el separatismo, acostumbrado a no cumplir las sentencias y que nadie las haga cumplir, se ha declarado en rebeldía y sigue abonado a la ilegalidad: Exige referéndum “definitivo” o elecciones “plebiscitarias”.

Ante este ataque a los más básicos fundamentos de la democracia, es crucial que se cumpla la ley. Porque sin ley no hay democracia. Y, además, aunque pueda parecer tarde, tras el fracaso separatista, puede que tengamos la última oportunidad para cerrar las heridas abiertas por tanto irresponsable, volcándonos con unos ciudadanos que no merecen vivir en un territorio sin ley, con cuotas de manipulación y falta de libertad similares a las de los regímenes totalitarios, y bajo el “delirium tremens” de sus dirigentes. Cataluña es España. Como lo es Galicia, Aragón o Baleares. Así ha sido siempre. Y eso es lo que tenemos que enseñar desde el afecto. En libertad. Huyendo de la imposición. Reforzando los lazos culturales, históricos, y familiares que nos unen y nos hacen más grandes.