Pere Muñoz | Sábado 08 de noviembre de 2014
Escribo este artículo en el itinere entre Palma y Barcelona, camino a la metrópolis con la intención de ver y sentir el 9N.
Ya he dicho en diversas ocasiones que los mallorquines tenemos tantos motivos como los catalanes para abandonar el barco a la deriva que es España. Motivos históricos nos avalan, pero sobretodo se justifica por motivos económicos, porque el Estado sólo se acuerda de nosotros a la hora de cobrar, porque estamos muy por debajo de la media estatal en inversiones, porque somos unas islas sin régimen diferenciado, porque a pesar de tener unas condiciones económicas excelentes no disponemos de un nivel de riqueza en relación a esas condiciones, porque el Estado no invierte ni un euro para proteger y difundir nuestra lengua y cultura diferenciada…
Motivos tenemos, pero probablemente lo que no tenemos es una base social que haya asumido ese mensaje y esté dispuesta a salir a la calle, tal como han hecho los catalanes los tres últimos años.
El efecto catalán puede ser, en ese sentido, una herramienta que ayude a esa concienciación de nuestros conciudadanos. Veremos si, efectivamente, ayuda a despertar muchos mallorquines aletargados, sedados, dormidos, gracias a un sentimiento de pertenencia a un Estado donde no pintamos nada de nada, un Estado que nos trata como una vaca a la que no alimenta pero sí muñe periódicamente.
Y, mientras, los catalanes, han pasado del referéndum a la consulta participativa, han luchado contra el Estado, el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo y el sumsum corda, han cometido errores, han ido y venido varias veces, han sido incoherentes, pero… hoy están votando, ejerciendo un derecho tan elemental y democrático como el derecho a decidir su futuro. Un futuro que ya no se encuentra en la actual relación con España.
Digan lo que digan desde Madrid, la votación de hoy tendrá transcendencia estatal e internacional, como también tuvieron transcendencia las manifestaciones de más de dos millones de personas. El camino iniciado por Catalunya no tiene marcha atrás; veremos si el nuestro puede tener marcha adelante.
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