SOCIEDAD

La pareja gay que tuvo los "quintillizos" está de vuelta en Sóller tras una odisea

ya no viven en pareja y se han repartido los 5 bebés

Domingo 02 de noviembre de 2014
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Biel y Adolfo, la pareja gay de Sóller que usó dos vientres de alquiler en Tailandia, ya están de vuelta en Sóller tras vivir una auténtica odisea de varios meses en el país asiático. Están en casa -cada uno en la suya- y se han repartido los "quintillizos" porque ya no viven en pareja.

Según revela el diario El Mundo aportando numerosos detalles, quedaron atrapados en un país sin ley de subrogación (la que regula los vientres de alquiler) donde la paternidad de los bebés nacidos de una madre de pago a veces depende de la vista gorda de la autoridad. Adolfo y Biel habían calculado mal. No sólo tenían que demostrar que disponían de los medios económicos suficientes para mantener a las criaturas. También que las mujeres que habían dado a luz a sus cinco
hijos, independientemente de que renunciaran por escrito a la custodia, lo habían hecho voluntariamente, sin ser coaccionadas.
El tiempo se les acababa y la posibilidad de que los niños terminasen en un orfanato acabaría hundiendo aún más a los jóvenes padres. Si no ampliaban el visado (les caducaba el 11 de agosto), tendrían que abandonar forzosamente el país dejando allí a los pequeños.
La pareja empezó a resentirse. Los reproches, la falta de experiencia para cuidar a los cinco bebés, el miedo permanente a que los pequeños terminasen en manos de las autoridades y a que sobre ellos, los padres, recayera la más mínima sospecha acerca de sus intenciones. No sería la primera vez que algunos extranjeros se les ha acusado de traficar con niños.
La alarma encendió los ánimos de las familias en España. Magdalena y Catalina, las madres Biel y Adolfo, tuvieron que hacer las maletas y volar hasta Tailandia para sacarlos del lío que se avecinaba. Los jóvenes se habían distanciado. Optaron por hacer vida en apartamentos separados. Incluso las obligadas visitas al consulado español en Bangkok o a la embajada, terminarían haciéndolas cada uno por su lado.
Cada cual con su madre. Ya sólo compartían la propiedad de aquel nido de amor comprado a medias en Sóller y la abogada que desde España buscaba a contrarreloj la manera legal de sacarlos del infierno en que ellos solitos se habían metido.

Las futuras abuelas se plantaron en Tailandia antes de que los cinco nietos sacaran la cabeza. Los cinco
nacieron sanos. Ellas se ocupaban del aseo, de darles de comer y de enseñarle a los padres los trucos básicos
para aplacarles el llanto o hacer que se durmieran.
El 15 de agosto, con los pequeños rozando ya los cuatro meses de vida, un escándalo desborda las fronteras
de Tailandia y entorpece aún más la salida de los gays mallorquines y sus retoños. El nacimiento de 15 bebés,
fruto de varios vientres de alquiler, y posteriormente el abandono de un niño con síndrome de Down, concebido de igual manera por encargo de una pareja australiana.

El miedo cundía y el Gobierno, en manos de una Junta Militar desde mayo, anunciaba a toda prisa que iba a meter mano en el oscuro negocio de los vientres de alquiler, cuyos clientes habían estado beneficiándose masivamente de un vacío legal, que pretende ahora remediar.

Biel, geógrafo de carrera y antaño crítico de cine, teatro y música en un semanario local, ha buscado el calor de la familia y la privacidad en una casona rústica de Sóller. En este bucólico lugar, a las afueras del pueblo, de camino a la sierra de Tramontana, asoma un enorme muro de piedra beige que sólo deja ver el tejado de la vivienda. Al otro lado de la puerta principal, una piscina, un columpio y un jardín amplio rodeado de árboles, donde Francisco y Magdalena, sus padres, matan las horas con los nietos

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