Francesca Jaume | Lunes 13 de octubre de 2014
Hemos perdido el Oremus. Y no lo digo por Excálibur, quien ha suscitado la atención de la mayor parte de mis compañeros de opinión en este digital.
No muchos días ha, recibí por whatsApp un vídeo que aún me tiene ojiplática. Se trata de una madre –o eso deducimos- que está grabando con el móvil a su hija de unos cuatro años mientras le dice con voz melosa que tiene la piel de la cara muy suave. En un momento la niña se gira y le pregunta sin aspavientos (discúlpenme) “¿Y el chocho también lo tengo suave?”.
Hay quienes se escandalizarán por el hecho que una niña tan pequeña haya aprendido a usar este tipo de vocabulario, mas a mí, lo que me llama más la atención es el hecho de la divulgación de este vídeo. ¿Será que a la madre le hace gracia que su hija diga estas palabras?
Por desgracia, el nivel de oralidad actual de buena parte de la sociedad ha llegado a un punto de ordinariez que hace ardua tarea adivinar dónde ha aprendido esta niña las cualidades de una parte púbica, no obstante, ¿Por qué difunden el vídeo? ¿No les importa la imagen pública que está ofreciendo la ‘pobre’ ante millones de personas? ¿No saben que habrá sido reconocida por muchos? ¿Son conscientes que están atentando contra el honor e imagen de una persona menor de edad?
Reírnos con los virales que se mandan por whastApp se ha convertido en todo un deporte nacional, pero ello no debería de olvidar el peligro hacia los derechos fundamentales que supone un uso no adecuado de esta tendencia social.
Espero que algún fiscal de menores actúe sobre los responsables de la difusión del vídeo de Nahiara. Hasta que no se dé un susto no habrá reacción. Por desgracia.
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