Josep de Luis | Sábado 27 de septiembre de 2014
Se intentan ocultar las verdaderas razones que nos han llevado al actual caos en nuestra educación. No se está cumpliendo una promesa electoral. La génesis del embrollo se sitúa en la disputa, allá por marzo del 2010, por la presidencia del PP balear. José Ramón Bauzá se impuso, con una propuesta regionalista, a Carlos Delgado en el congreso del partido. La mayoría del PP, casi un 70%, apoyó al boticario del Pont d'Inca frente a las posturas españolizadoras defendidas por el ala más reaccionaria de la formación. Con el aval del PP "de siempre", Bauzá empezó un giro que, a la postre, le llevaría a posturas mucho más radicales que contra las que fue avalado por el congreso.
Convencidos, como siempre, de contar con la verdad absoluta, se empezó a hablar de libre elección de lengua vehicular en la enseñanza. La teoría era que, hasta entonces, los alumnos de Baleares habían estado bajo el yugo de una supuesta dictadura catalanista. Razonamiento curioso si tenemos en cuenta que, desde 1982, el PP había presido el Govern durante 22 años. En base a esta premisa, y convencidos de contar con el apoyo casi unánime, se prepara un programa electoral con la promesa de la libre elección de lengua, destacando que las reformas se impulsarían fruto del consenso.
El curso 2012-13 se inicia el proceso de matriculación posibilitando a las famílias decidir, entre castellano y catalán, la lengua vehicular de enseñanza. De momento, ni rastro de enseñanza trilingüe. Como las familias decidimos mayoritariamente (70%) escolarizar a nuestros hijos en catalán, el resultado de la libre elección no satisfizo a los sectores antimallorquines que habían colonizado las cañerías del poder. A partir de este resultado, algún lumbreras decide acabar con la lengua propia en las aulas "manu militari", por encima de la voluntad de las familias. Ahí, y no en las promesas electorales, es dónde nace el engendro del TIL. Su objetivo ha sido, desde el primer día, combatir el catalán en la enseñanza e imponer el criterio imperialista de unos pocos sobre la voluntad mayoritaria de madres y padres.
Como buenos fanáticos que son, nunca les ha importado lo más mínimo el consenso, la voluntad de las familias, la opinión de la comunidad educativa, el respecto a las decisiones judiciales ni, por su puesto, que los niños aprendan algo. Eso sí, lo han intentado envolver todo con la necesidad del inglés. Pero esto también les trae sin cuidado.
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