Vicente Enguídanos | Jueves 04 de septiembre de 2014
La próxima semana deberán desentumecerse los escolares y las aulas volverán a recobrarse de su aletargamiento estival. A pesar de la desproporcionada reacción de parte del personal docente, los más jóvenes volverán a ser los protagonistas, devolviendo a sus progenitores la normalidad quebrada en vacaciones. Muchos, la mayoría, celebraremos con satisfacción que vuelvan a clase para alimentar sus conocimientos y, de paso, nos permitan compartir con el profesorado la difícil tarea de educarles para un futuro incierto. Otros, afortunadamente menos, pero demasiados, no podrán comprobar los nervios y la expectación con la que afrontarán el inicio de curso, porque ignoran el paradero de sus vástagos.
Alberto será uno de los padres mallorquines privados de sus hijos, que deben resistir a diario la desesperación de su impotencia. Olivia Encinas, fruto hace seis años de su matrimonio con Kassia Hlond, fue secuestrada hace un bienio por su madre, de origen polaco, y su paradero se ignora por la policía de ambos países, a pesar de las múltiples pesquisas del inquense y de las sentencias favorables que ha recibido de la justicia española. No hace muchos meses que el secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, confirmaba durante el acto de presentación de las jornadas de la Fundación ANAR que en 2013 se habían registrado 236 casos de secuestro por progenitores (un 12,9% más que el año anterior), de los que fueron víctimas 313 menores (un 22% más). Parecía una pesadilla más frecuente entre ciudadanos de culturas divergentes y donde los estados no amparan el derecho individual como salvaguarda el nuestro, pero esta experiencia cercana demuestra que entre socios de la Unión Europea sigue habiendo rincones de impunidad donde los adultos pueden instrumentalizar sus diferencias confundiendo su obligación de custodia con el uso de un ser humano como arma de contienda.
Es lamentable que estemos siendo testigos de la violencia y de la privación de libertad con pasividad y estos son fenómenos con un inequívoco crecimiento. Puede que sólo sea un gesto, pero en el fin de semana, cuando la mayoría de infantes abran sus ojos a la curiosidad propia de la novedad académica, no debemos cerrarlos a esta lacra; al menos, quienes nos resistimos a que el sufrimiento sea sólo el de un padre o una madre aislados en su lucha por recuperar lo que aman por encima de todo. Por eso caminaremos en la subida de Pollença a Lluc, junto a su familia y amigos, reivindicando con camisetas alegóricas su deseo de volver a abrazarla, rogando la intercesión de la Patrona para que Olivia vuelva a su casa. Esa cuesta no es tan empinada como la que Alberto debe encarar cada mañana, pero ese día sumaremos nuestras oraciones a las suyas y le ofreceremos nuestra solidaridad para que nunca pierda la esperanza.