OPINIÓN

Matas y los desposeídos de la hidalguía

Joan riera | Miércoles 20 de agosto de 2014
El testimonio de Ana Castillo ante Fiscalía ha dado un vuelco al caso Son Espases. La exconsellera ha declarado que Matas le ordenó amañar el concurso del macrohospital. Parece ser que otros testimonios de implicados en el caso van en la misma línea. A Matas, actualmente interno en el penal de Segovia, todo se le vuelve en contra.

Habrá que saber con certeza cuál y en qué términos, pero lo que parece probable es que una gran constructora madrileña está implicada en el escándalo. Además, el asunto toca madre. Porque la relación entre el poder político y las grandes empresas del hormigón concesionarias de las obras públicas son el denominador común de la política española desde los grandes planes de desarrollo franquistas de hace medio siglo hasta nuestros días.

Prácticamente las mismas familias, generación a generación, se han mantenido en Madrid leales a la obra pública y a la política desde los famosos pantanos del Caudillo hasta el presente siglo. En España no hubo ruptura democrática en 1975 al morir el dictador. Hubo reforma. Para entendernos: no pocos de los ocupantes de los grandes despachos de los Ministerios de Franco pasaron luego a consejos de administración de las grandes empresas de obras públicas.

Su poder se hizo inmenso precisamente después de la llegada de Felipe González al poder en 1982. Europa se enamoró de la España del PSOE y propició su ingreso en la Unión. Y decidió mejorar sus infraestructuras. Miles de millones europeos llegaron a la Piel de Toro y cuernos adyacentes en forma de fondos de cohesión.

Las grandes constructoras madrileñas se frotaron las manos. Llegaron los tiempos de las autopistas, las impresionantes terminales de aeropuertos, las desaladoras y demás símbolos de desarrollo con dinero comunitario. Las super constructoras capitalinas nadaban en oro continental. Y el poder político bailaba  a su son, casi como peleles.

El amaño de concursos públicos y que unas pocas empresas se repartían el pastel de las obras públicas era comentario extendido. Todo (o casi todo) acabó con la crisis del 2008. Bruselas y Berlín ya habían cortado el chorro, pero encima llegó una crisis de la construcción brutal. Y lo que era un vals de las mariposas entre empresarios y políticos se transformó en alud de denuncias, cuchilladas intestinas, escándalos judiciales, imputaciones y cárcel en algunos casos.

Luis Bárcenas, extesorero del PP, lleva más de un año entre barrotes. Le han pillado 48 millones en Suiza. ¿Pero de dónde ha sacado tanto dinero un cargo interno de partido? La sospecha es que se trata de comisiones de obras públicas a partir de una merienda de negros en los concursos de adjudicación. Pero a eso no lo puede hacer un simple cajero mayor. Para amañar concursos son necesarios políticos ocupando altos cargos públicos de mucho poder y mesas de contratación controladas. Este es el drama. El mal estaba muy extendido. De lo contrario no habría sido efectivo.

Parece probable, conforme al testimonio de Aina Castillo, que Matas también bailó el vals de las presiones de las grandes constructoras. Son Espases era un bonbón de 700 millones con la concesión de los servicios del edificio, como son los aparcamientos, durante treinta años.

Cuando se repartían el pastel, las grandes empresas actuaban dentro de lo que creían un ámbito de normalidad, consentido y tolerado. También dentro de este ámbito de consenso hay que incluir a los políticos que se plegaban a deseos y presiones. O hacían eso o pronto estaban contra las cuerdas.

A principios de los años 90 Gabriel Cañellas otorgó la concesión del túnel de Sóller a su amigo el mallorquín Antoni Cuart. El president pasó del poderío madrileño. Lo pagó muy caro. A Cuart le pilló de lleno la crisis de 1993 y terminó el dinero. Acto seguido todos sabemos cual fue el final de Cañellas en 1995.

"Gabriel te tienes que ir por el bien de España", le dijo Aznar en su despacho de Madrid mientras se fumaba un puro y le daba la patada en el trasero. Un lustro después Aznar hizo ministro de Medio Ambiente a Jaume Matas, que ahora veranea en Segovia, abandonado como un paria por todos sus amigazos de entonces.

Los componentes jóvenes de las antiguas familias madrileñas que tanto medraron al amparo de Franco continúan ocupando en muchas ocasiones puestos clave. Aznar es el nieto del embajador de Franco en las Naciones Unidas e hijo del director de Radio Nacional de España en tiempos del No-Do. Hay muchos otros casos. El ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, es el yerno de José Utrera Molina, ministro Secretario General del Movimiento con Franco. A su vez es nieto del cronista de Franco durante la guerra civil, que firmaba con els seudónimo El Tebib-Arrumi (el médico cristiano).

Gallardon ha nombrado abogada general del Estado a Marta Silva Lapuerta, hija del que fue ministro de Obras Pública de Franco Federico Silva Muñoz (el pantanero). A su vez, es sobrina de Alvaro Lapuerta, tesorero del PP y maestro del pequeño saltamontes Bárcenas.

Los apellidos de los consejos de administración de las grandes constructoras radicadas en Madrid son casi los mismos, tras los relevos generacionales, de los que se rompían el espinazo ante el Caudillo en las celebraciones del 18 de julio en El Pardo.

No es el caso de Matas, este desclasado descendiente de republicanos perseguidos. Tal vez por eso le han dejado tirado en Segovia y no moverán un dedo por él cuando lo trasladen esposado a Palma para declarar en el caso Son Espases. Esperanza Aguirre, que es condesa y está casada con un Grande de España, considera a Matas "poco digno". Lo mismo debía pensar Aznar de Cañellas, que presumía de payes aunque hubiese estudiado en Deusto.

Otros pertenecientes a familias antifranquistas, como es el caso de Jordi Pujol, pagan ahora el preciso de haberse acomodado a la situación de los años ochenta, cuando había fondos de cohesión a expuertas y se hacían autopistas por doquier. Recordemos que en 1985 a Jordi Pujol en Madrid le nombraron Español del Año. Son los mismos que ahora le tratan de escoria después de que diese su apoyo al proceso soberanista catalán.

El franquismo económico sobrevivió a Franco y creció mucho más alto que la cruz del Valle de los Caídos con la democracia.  Y algunos de los viejos apelllidos  antifranquistas que se acomodaron a este gran consenso son ahora el patito feo del actual desastre. De los fondos de cohesión se ha pasado a una deuda pública de un billón de euros. Pero al final al pato, ahora igual que hace medio siglo, lo pagan siempre los desgraciados sin alcurnia, sobre todo si provienen de linaje de rojetes Lo pagan los desposeídos de la hidalguía.

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