EDITORIAL

Alarma social contra los graffiteros

Jueves 14 de agosto de 2014
Los ciudadanos de Palma están hartos de la impunidad con que los graffiteros destrozan la ciudad. EMAYA borró el año pasado más de 4.300. En paralelo, los incívicos han pintarrajeado mucho más amparados en la noche. El Casco Antiguo de Palma da asco. La Policía Local sólo ha actuado con éxito en dos ocasiones en veinte meses. El resultado es peor que magro: un mayor de edad detenido y varios menores. Los graffiteros son los amos de la oscuridad. El casco antiguo es su principal y favorito coto de caza privado.

Disfrutan de la más flagrante de las impunidades. No hay ni una sola cámara de seguridad controlada por la Policía en todo el núcleo histórico ni en ningún parque de la capital. Las únicas disponibles se encuentran el la Playa de Palma. El turismo es muy importante, pero también es necesario pensar en los ciudadanos. Los incívicos se han apoderado de un casco antiguo que aspira a ser Patrimonio de la Humanidad. Es un contrasentido total y absoluto. Es un cobarde homenaje al absurdo.

Corresponde a las fuerzas políticas levantar la bandera de la dignidad, sobre todo a los que tienen responsabilidades de gobierno en Cort. El primer objetivo es dotar de moral y de medios a la Policía Local para que plante cara de verdad a los graffiteros. Los agentes han de sentir el aliento y el apoyo de los rectores políticos y del conjunto de la ciudadanía. A partir de ahí comenzarán los éxitos.

También se ha de preparar un plan de instalación de cámaras para detectar a estas bandas de la degradación con la suficiente movilidad para que no se sientan seguros en ninguna calle o en ningún parque a la hora de intervenir. Por otra parte, las ordenanzas municipales han de tomar cartas en el asunto incrementando las sanciones a los que se pille destruyendo la convivencia y la solidaridad con sus aerosoles de poder y de exhibición de intocabilidad.

Cort tampoco debe olvidar a los comerciantes, principales víctimas del ataque incívico. Debe establecer ayudas para que puedan repintar y dignificar sus barreras de cerramiento. Ya están hartos de tener que pagar ellos las agresiones para ver luego que al cabo de un par de días ya han vuelto a ser regraffiteadas sin que nadie persiga a los autores. Es más, este esfuerzo público de auxilio al comercio serviría para que después Cort pusiera toda su maquinaria en funcionamiento contra los desaprensivos. Es vergonzoso que el comerciante, que ya está cosido a impuestos, tenga encima que pagar de su bolsillo la falta de seguridad ciudadana.

Ha llegado la hora de la tolerancia cero con los graffiteros. Toda persona sabe lo que le pasa a un ciudadano que se olvida de poner el ticket de la ORA o deja el vehículo mal estacionado. El garrotazo es prácticamente instantáneo. Y así ha de ser. Pero cepillarse un parque a pintadas es sinónimo de impunidad. Es un contrasentido absurdo.

Llega la hora de la actuación conjunta para acabar con esta lacra. En la vida llega un momento en que la dejadez se convierte en traición a los valores democráticos. A Palma ya le ha llegado este momento.

TEMAS RELACIONADOS:


Noticias relacionadas