Armando Pomar | Martes 05 de agosto de 2014
Ya está en el puerto de Denia el que fuera el barco del rey.
Un pequeño grupo de personas han podido visitar sus camarotes, su salón, su cocina, su sala de máquinas y sus secretos. El que debería haber sido el barco de todos, ahora lo es de una empresa. La calderilla que se ha pagado, debería retornarse a la Fundación que lo pagó. O por lo menos se debería haber hablado en privado con sus patronos, para que alguno de ellos, o ellos en conjunto, se lo quedasen. Era el barco del rey y debería ser el de todos. Ya es tarde. Su nuevo dueño ha hacho un negoción. Los cinco motores que tiene: dos nuevos sin estrenar, uno de reserva y los dos casi nuevos, valen unos dos millones de euros, cada uno. Además, el barco está en muy buenas condiciones y puede navegar sin problemas desde Denia a Formentera y a Eivissa para que los dueños y sus amigos disfruten de un exclusivo placer. Ya hay un empresario ruso, que ha invertido en esas tierras que está interesado en pagar el doble, sin los motores, de lo que se ha pagado.
Los negocios son los negocios y este es un clásico. Tal vez, alguien se precipito a la hora de ofrecer a la casa Matutes el barco. Tal vez, alguien quería tener un impacto publicitario de un millón de euros y encima ganar otros cinco, Tal vez, alguien lo que quería es decirles a sus invitados, que solo él sentaría en la trona. Y lo haría para sentirse como un rey. Que poco le falta ya para parecerlo. Elucubraciones a parte, cuando se vendió el Azor, el de Franco, muchos reclamaron el derecho a navegar en él. Ahora, con la venta del Fortuna, un amigo muy mío, ya ha cumplido ese deseo. Por cierto, el baño está todo forrado de madera. La tapa también.
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