OPINIÓN

El holandés errante

Matías Barón | Lunes 16 de junio de 2014
En sus diferentes versiones, la leyenda del holandés errante trata sobre la existencia de un barco fantasma que está condenado a navegar eternamente sin poder atracar en ningún puerto.

De la misma manera, Holanda parece eternamente condenada a jugar bien al fútbol y a tener una cantera de jugadores inagotable pero nunca llegar a ganar una competición importante, a excepción de la Eurocopa de 1988.

Tres finales mundialistas en 1974, 1978 y 2010, que se cuentan por derrotas.

El viernes el holandés errante, liderado por un hábil Van Gaal, le dio un repaso en toda regla y en toda la línea a una selección española desdibujada, lenta, sin físico y sin ideas. Hay quien dice que fue una venganza de la final de 2010. No me lo pareció. Me pareció simplemente una paliza histórica y memorable.

Dicen algunos psicólogos que la chaladura por el fútbol nace de una especie de proyección militar del juego. Dos ejércitos se enfrentan, cada uno debidamente uniformado, y el honor patrio va íntimamente ligado al resultado final. Las aficiones, también uniformadas, forman parte de los batallones y regimientos que se enfrentan en el campo de juego sin que, por suerte, la cosa pase a mayores.

No sé si ese paralelismo es cierto o no. Pero sea o no por esa percepción de honor individual y colectivo ultrajado hasta lo más hondo, la verdad es que llevamos desde la misma madrugada del viernes paralizados por la “manita” que los benévolos holandeses enroscaron a “la Roja”. Y digo benévolos porque cinco fueron pocos.

Paralizados por el batacazo y buscando culpables. Según opinión mayoritaria, Iker Casillas fue el peor. Otros opinan que el peor fue Ramos. Muchos dicen que fue la defensa en general. Buscamos al culpable de abrir las puertas de la fortaleza al enemigo que nos asediaba.

Personalmente, creo que estuvieron mal todos, empezando por el seleccionador y continuando por los que permiten una liga de veinte equipos y el calendario más cargado de Europa. Es culpable también quien creyó que sería bueno estar concentrados a 13 grados para después jugar a 30 y con el 90% de humedad. Y es culpable, desde luego, el peculiar Van Gaal, que supo qué hacer para sacar el mejor rendimiento de sus bazas en el juego.

Ahora el honor patrio se juega a cara o cruz contra Chile, una selección portentosa físicamente. Solo vale la victoria, y por cuantos más goles de diferencia mejor. Cualquier otro resultado es un billete de vuelta seguro.

Desde la madrugada del viernes hasta hoy mismo, no sé cuantas variantes de once titular habré leído y escuchado. Tampoco sé cuantas posibles estrategias se han planteado.

Lo cierto es que no solo la prensa deportiva sino toda la prensa y la televisión tienen como tema de apertura desde el viernes de madrugada el estado anímico de los futbolistas, los planes para derrotar a Chile, la estrategia de juego que dará la victoria, lo que dice la prensa extranjera sobre la selección… en fin, toda la preocupación del mundo por saber si el pecho henchido de amor patrio recibirá algún otro revolcón humillante antes de hacer las maletas o si existe alguna remota posibilidad de decorar el pendón hispano con una segunda estrella de cinco puntas.

Tan importante es este asunto que ha pasado a un segundo o tercer plano el hecho de la coronación o toma de posesión o como se le llame protocolariamente de Felipe de Borbón como Felipe VI. De hecho, se rumorea que han buscado una hora para tal evento que no coincidiera con ningún partido, por si acaso.

Estaría yo dispuesto, llámenme temerario, a apostar mi mano izquierda a que si hiciéramos una encuesta entre la población, incluyéndome a mi, en general los ciudadanos sabríamos decir muchos más nombres de la selección de fútbol que de las listas electorales al Parlamento Europeo.

Y es que lo que es o no es importante es muy relativo. La ilusión, la afición a un deporte, el juntarse con amigos para seguir a tu equipo forma parte de la vida, como leer, o como hacer pinitos en la cocina, o pasear o hacer bricolaje (que a mi me espanta). Muchas cosas secundarias en la vida son el complemento esencial de las principales, porque solo podemos afrontar los grandes retos y dilemas de la vida durante un tiempo limitado.

En un país acuciado por el paro y, en muchos casos, por la miseria y la exclusión social, es muy posible que para muchas personas disfrutar de 90 minutos de deporte, con más o menos pasión, sirva de válvula de escape para, por un momento, no pensar en nada más.

Es cierto que cuando suena el pitido final la vida y sus miserias, como el dinosaurio, aun están aquí. Pero mientras uno se vuelve a poner la coraza y a armar con el artilugio de achicar problemas, con media sonrisa piensa que la próxima vez que pille al maldito holandés errante se las va a hacer pagar todas juntas.

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