Raquel, Mari y Sara son víctimas de violencia machista. Con 40, 50 y 25 años saben lo que es convivir con empujones, tortazos, insultos y humillaciones. Pero ellas han dicho "basta" y han pedido auxilio.
Son tres de las doce mujeres a las que la Regiduria d'Igualtat y Policía Local de Palma han atendido en un curso de autoprotección. "Te enseñan a huir ante un posible agresión. No se trata de que le des una paliza como la que él te pegaría, sólo a ganar tiempo y escapar". Lo cuenta Sara, la más joven. Ella cierra -y lo afirma con rotundidad- una pesadilla de 9 años al lado de un hombre que, día a día, le hacía más pequeña. "Un día no le gusta el peinado que te has hecho y cuando te quieres dar cuenta, te has deshecho de tus faldas y camisetas con escote por temor a que se enfade".
A Raquel, cuya pareja tiene una orden de alejamiento, la tortura diaria era a base de "puta", "guarra" y "ya te has ido con otro". "Celos compulsivos, por todo y con todos", explica con los ojos vidriosos. La dependencia económica era su lastre "pero aquí me han enseñado que lo mío y lo de mi hijo me lo tengo que luchar yo, sea como sea".
A Mari, a pesar del curso, la desesperanza le ha ganado la batalla: "todos son iguales, todos terminan comportándose así". Eso sí, reconoce que haber estado presente en este curso "ya es un paso".
"Y hay que dar más, cada una a su ritmo, pero seguir pidiendo ayuda". Lo dice Cati Sastre, Oficial de la Unidad de Protección Familiar (UPFA) de la Policía palmesana. "Sonará políticamente incorrecto pero igual habría que hacer algo con los agresores, que son el verdadero problema", apunta. "La sociedad e instituciones debemos ayudar y poner todas las herramientas a disposición de las víctimas pero el objetivo a combatir deberían ser ellos", agrega.
El curso ha terminado pocos días después del último asesinato, enmarcado dentro de violencia machista, de la isla y del país. Rosa María Martínez moría estrangulada por su ex, después de reconocer y denunciar malos tratos psicológicos. Ella misma se negó posteriormente a ratificar la denuncia y pedir protección.
"Nunca nadie debería juzgar su decisión, pero -desde el respeto- fue un error que no pidiese ayuda ni protección", consideran las tres. "Yo he puesto dos denuncias y por pena hacia él, las he quitado. Ahora, después de lo que me ha enseñado este curso y viendo el caso de esta mujer, tengo claro que mantendré la tercera y la orden de alejamiento", sentencia Sara.