Jaime Orfila | Sábado 17 de mayo de 2014
En el acceso universal a los medicamentos se reconocen, por lo menos, cuatro niveles de inequidad. Obstáculos que impiden acceder a los fármacos en igualdad de condiciones.
El primer obstáculo es el generado por las limitaciones socioeconómicas individuales. El copago está limitando el acceso a los fármacos de financiación pública a un grupo de población, generalmente mayor, con múltiples enfermedades crónicas, en el umbral de la pobreza, que no puede afrontar la cofinanciación sin dejar descubiertas otras necesidades básicas. Es un grupo de población concreto, limitado y conocido. El problema no es financiero. Se puede solucionar con una partida económica muy reducida. El obstáculo tampoco es normativo. Si el servicio vasco de salud, Osakidetza, ha puesto en marcha un sistema de subvención simplificada, que mejora la adherencia el tratamiento de este grupo de población lo podemos poner en marcha nosotros. Si el impedimento no es legal ni económico, una pequeña dosis de sensibilidad, imaginación e impulso renovador pueden atajarlo. La pequeña gran diferencia que separa el ejercicio del poder entre comunidades es su liderazgo social.
Un segundo nivel de inequidad se produce en el acceso a los medicamentos huérfanos, a los fármacos para enfermedades raras. Las enfermedades minoritarias, son mayoritariamente crónicas, generadoras de discapacidad y exclusión social y sus tratamientos son caros y de acceso complejo. El Consejo Interterritorial de Salud debe posicionarse de forma clara para depurar las diferencias de acceso que acompañan a las carteras territoriales.
Un tercer nivel de obstáculo es el que acompaña al acceso a los medicamentos innovadores del área oncológica, reumatológica y cardiovascular. Anticoagulantes directos, medicamentos biológicos y fármacos dirigidos contra dianas terapéuticas personalizadas son los más representativos. Son medicamentos nuevos, caros, que aportan un claro avance terapéutico y van dirigidos a enfermedades frecuentes. Su impacto económico es muy importante y es lógico que se impongan prioridades en base a informes de posicionamiento terapéutico nacionales que deben ser claros, rigurosos, transparentes y equitativos.
Una cuarta barrera es la que impide el acceso a las vacunas en las oficinas de farmacia. El ejemplo más polémico y más reciente es el de la vacuna de la varicela. Entre otros, evita la aparición del herpes zoster en adultos inmunodeprimidos y disminuye la costosa y dolorosa neuralgia postherpética. Es difícil entender que se impida su venta libre en las oficinas de farmacia y que los ciudadanos españoles tengan que ponerse en la cola de las boticas de Andorra y Portugal.
Nuestra administración sanitaria muestra notorias debilidades. La política de recursos humanos es deficitaria, la implantación de nuevos programas asistenciales brilla por su ausencia (trasplante hepático, …) y los órganos de representación profesional y ciudadana están manifiestamente infradesarrollados.
Deberíamos llevar la iniciativa y convertirnos en ejemplo para el resto de comunidades en la política farmacéutica, marcar y liderar tendencias. El presidente del Govern, el Conseller de Salud, el Director General de Planificación, el Director Gerente de Son Espases, además de amigos y residentes en Baleares, son farmacéuticos. ¡Que se note!
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