OPINIÓN

Felicidad incomprensible

Pablo Torán | Jueves 15 de mayo de 2014
Estoy realmente preocupado por lo que he escuchado y leído esta semana con motivo del escabroso asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco.

Antes de exponer los motivos de mi alarma, quiero empezar diciendo que no estoy a favor de beatificar a una persona a la que han asesinado, aunque creo firmemente que sus seres queridos merecen que, al menos públicamente, se la respete y no se ofenda gratuitamente su memoria.

Entrando ya a analizar la situación, creo que la situación es enormemente preocupante. Isabel Carrasco ha sido el catalizador del odio ciudadano hacia la decadente clase política y/ de forma que  su violenta muerte ha sido, para muchos, un acto de justicia, una consecuencia de los innumerables escándalos, mangoneos y faltas de respeto que hemos sufrido los ciudadanos.

Sin embargo, Isabel Carrasco era solamente un eje más de un sistema que no funciona, de un sistema que rescata a los bancos y no a las personas. Isabel Carrasco no inventó el sistema ni cobraba lo que cobraba de forma ilegal, sino que entró a formar parte del mismo igual que muchos otros y se aprovechó de sus múltiples e injustificadas ventajas.

Ahora bien, lo que me ha dejado sin palabras es la extrema crueldad e insensibilidad mostrada por muchos en las redes sociales, particularmente en Twitter. Los mensajes son, sencillamente, delictivos, y quienes los escriben, poniendo directamente su nombre o amparándose en un perfil falso, deben pagar por ello. Aunque, lo digo sinceramente, confío en que esas personas se hayan dejado llevar por una suerte de envalentonamiento y pérdida de papeles colectiva y no piensen realmente las cosas que afirman, pues confirmarían que esta sociedad está enormemente enferma… Y de esto no podemos culpar a los políticos.

Yo personalmente, y están mis artículos para demostrarlo, me muestro enormemente crítico con el actual funcionamiento del sistema. Creo que los políticos encarnan una suerte de paternalismo condescendiente que ataca frontalmente, e infravalora profundamente, la inteligencia de sus electores. En lugar de explicar sus triquiñuelas nos entretienen creando un afecto artificial hacia unas siglas y acusando al resto de hacer lo mismo que ellos pero multiplicado por 10, además de crear leyes que les permiten evitar ser enjuiciados por los mismos jueces que el resto de ciudadanos.

Y, aunque pueda pecar de nihilista, no creo que ningunas siglas en concreto vayan a arreglar el actual sistema, sino que debe cambiarse para que esencialmente exista un férreo control sobre la actividad de los políticos y que no despertemos, día sí y día también, conociendo que Fulanito tenía 80 cuentas en Suiza.

Aunque a  muchos les pesa, no estamos en Juego de Tronos. Nadie se merece que alguien vaya por detrás y le descerraje 3 tiros por la espalda y que, cuando esté en el suelo, le de dos más para rematarle. Al igual que nadie se merece que le peguen 5 tiros y que unos impresentables se dediquen a utilizar su limitada capacidad de ingenio y su mala ortografía para hacer chascarrillos sobre el suceso, cuando no para directamente brindar por su muerte.

Vuelvo a decirlo: ni este artículo es una oda a la memoria de Isabel Carrasco ni  justifico, en modo alguno, los desmanes cometidos por sus Señorías. Pero una cosa es no comulgar con un sistema acabado y otra es alegrarse de que a alguien le asesinen a balazos o reírme de las impresentables gracietas de quienes se felicitan por su fallecimiento.

Por ello quiero transmitir mi más sincero pésame a sus familiares y seres queridos.

Por último, a quienes escribieron esas barbaridades, me gustaría decirles que leyeran en abstracto sus palabras, la maldad extrema que las mismas transmiten,  y analizaran si realmente piensan lo que dicen y, si es así, que se lo hagan mirar.

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