Xisco Cruz | Lunes 05 de mayo de 2014
El hundimiento ante el Eibar ha sacado a la luz que el Mallorca se encuentra en un peligroso laberinto. Ni siquiera los días que su juego es aseado, correcto y acicalado es capaz de ganar, por lo que esto ya va más allá del ruido del palco, del cambio de técnico, de pizarras o de los cromos que estén sobre el campo. Nadie encuentra la solución y los números anuncian tormenta, por lo que el mallorquinismo empieza a temerse lo peor.
Hay miedo, mucho, y la plantilla lo percibe. A la que encaja una mala noticia, se derrumba. Ni los veteranos, ni los más jóvenes, ni los cedidos, ni los canteranos, ni el técnico. Ninguno ve la luz. Los jugadores se miran unos a otros, el entrenador divaga y en los consejos de administración siguen las broncas. Así que a estas alturas el Mallorca está a un punto del descenso y ha hastiado de tal forma a su hinchada que en el minuto 35 se fue medio estadio.
Ya lo dijo Ximo: a rezar.