Marc González | Jueves 03 de abril de 2014
La nueva oleada de datos del Informe PISA que se hicieron públicos anteayer no dejan lugar a dudas. Nuestro país se sitúa a la cola de Europa -y, lo que es peor, Balears a la cola de España- en cuanto a competencias básicas de nuestros alumnos para la resolución de simples problemas cotidianos. Nuestro sistema sigue estando basado fundamentalmente en la memorización de contenidos de libros de texto -como hace 100 años-, acumulación que hoy en día carece por completo de sentido si tenemos en cuenta la facilidad de acceso a la información que puede interesar a nuestros jóvenes estudiantes.
La enseñanza basada en la adquisición de competencias básicas -tan denostada por determinados sectores conservadores- precisa de un enorme esfuerzo intelectual y material de todos aquellos involucrados en el proceso de la enseñanza, desde los docentes, las editoriales y, sobre todo, los dirigentes políticos. Pensar que un joven del siglo XXI se va a mover por los mismos intereses y necesidades que nuestras generaciones precedentes es no sólo absurdo, es pura ceguera.
Otro elemento nada desdeñable que se extrae de los resultados es el peso en los mismos de la diversidad en las aulas. Aquellas comunidades con una mayor proporción de alumnos inmigrantes obtienen peores resultados, no porque los inmigrantes sean en sí mismos el problema, sino porque su necesaria atención individualizada para tratar de homologar el nivel lingüístico y de conocimientos de los alumnos de cada curso requiere ingentes recursos humanos y materiales que la administración, en un contexto de recortes presupuestarios, no parece dispuesta a facilitar.
Así que, por desgracia, estos datos no sorprenden a ninguna persona conocedora de nuestro sistema educativo y la tendencia será irremisiblemente la misma mientras no se produzca un pacto de estado -y en cada comunidad autónoma con competencias- entre las principales fuerzas políticas y los sectores comprometidos.
Los gestores públicos deben dejar de pensar en horizontes de una legislatura para intentar salir de este lamentable puesto entre los países de la OCDE.
De momento, no hacen ni mención. Se tiran los trastos a la cabeza, sin más.
Los acuerdos puntuales para materias concretas como la enseñanza de lenguas extranjeras pueden ser útiles, pero el sistema demanda mayor altura de miras y mucha más ambición. Es toda la estructura del sistema lo que hay que pactar.
De lo contrario, PISA seguirá colocándonos en el lugar que, lamentablemente, nos corresponde.
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