Ramón Llabrés | Viernes 28 de marzo de 2014
La muerte de Adolfo Suarez ha supuesto para muchos la despedida de una figura clave en la transición de nuestro país, hacia una democracia, muchas han sido las imágenes vertidas por los medios de comunicación, en ellas podíamos recordar aquellos días en los que un pueblo despertaba de la pesadilla de una dictadura y amanecía a un despejado día de primavera democrática que impregnaba de derechos a todas las personas.
Para mi ese ataúd se lleva mucho mas que una persona, no creo estar equivocándome cuando afirmo que la democracia que un día fue, se ha enterrado junto a el. Su muerte nos deja un hueco muy grande que nos desvela que seguimos con el mismo menú aunque el plato nos lo hayan cambiado un poco, el pan es mas duro, la sopa esta fría, y las patatas a lo pobre son el plato estrella. Parece que al español de a pie le sacaron del calabozo, pero no de la prisión. Las mujeres tienen menos derechos al cerrar la via del aborto, las ayudas sociales son recortadas y los bancos rescatados, las figuras políticas que hoy gobiernan, son motivo de desprecio y desconfianza por los numerosos pelotazos de corrupción que afloran como la espuma, su obediencia ciega al régimen económico mundial, nos confirma que no es el pueblo el que gobierna, se corre delante y detrás de la policía lamentándose indignadamente de una democracia que no sirve para lo que esta diseñada . La concordia fue posible ayer, hoy que somos mas demócratas, la concordia escrita en piedra, nos parece una foto vieja agrietada, con sus colores mas apagados, por no haberla sabido mantener.
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