OPINIÓN

Soldados de España

Vicente Enguídanos | Jueves 27 de marzo de 2014
Soy vergonzoso, aunque he aprendido a disimularlo, pero aquel día no lo dudé.

Verano de 1995. En un restaurante del puerto mahonés, compartía mesa contigua a la nuestra un hombre admirable, cuya avanzada edad no le restaba un ápice de la dignidad con la que yo siempre le identificaba. Siquiera pensé si podía incomodarle mi interrupción, pero la oportunidad de mostrarle personalmente mi respeto y admiración, podría no repetirse. Así fue, ya que sólo unos meses después, el hielo en la carretera provocó el final que no había logrado la tensión a la que le sometió, más que la convicción democrática, su amor a España.

Mi general, me presenté, quisiera estrechar la mano de una de las personas más íntegras que conozco, sin la que no hubiera sido posible conseguir el clima de concordia que disfrutamos ahora. Manuel Gutiérrez Mellado se levantó y me respondió: “Gracias, pero sólo he sido leal a mi pueblo, al que se lo debo todo, y a los valores que dan sentido a mi vida”.

En estos días en los que hemos recreado el asalto al Congreso de los Diputados, apoyando gráficamente uno de los momentos épicos del malogrado Adolfo Suárez, era inevitable el recuerdo de quien le acompañó en tan difíciles momentos de la transición. En medio de las luces y sombras con las que le dibujan sus biógrafos, destaca su capacidad de horadar entre los vestigios franquistas la cimentación que hizo posible la espectacular transformación de las Fuerzas Armadas, hasta convertirlas en una de las instituciones más valoradas en nuestro país.

Apenas han pasado unos días desde que recibiera sepultura en la catedral de Ávila el principal artífice de la reforma política y de la modernidad, sobre la que hemos basado nuestro progreso y bienestar. A pesar de las dificultades que atravesamos ahora, conviene evocar a quienes no se quiebran ante las dificultades ni se doblegan frente a la adversidad. Suárez simboliza la piedra angular de un arco que se compuso por muchas otras diferentes, pero que compartían un objetivo común: lograr un futuro mejor para todos, donde convivir en paz. La lista de personas que lo hicieron posible sería excesivamente larga para reproducirla, sobre todo, porque en la actualidad sigue habiendo muchos servidores públicos que trabajan abnegadamente por el bien común y a quienes valorar adecuadamente, por encima de los tópicos que acompañan en conjunto a la clase política.

Las bibliotecas están repletas de novelas de caballerías, pero la historia se escribe con los héroes anónimos que supieron implicarse al lado de los conquistadores de libertad. Ese ejército está necesitado de voluntarios que den un paso al frente porque, si está en cuestión la calidad de nuestra democracia lo es, también, por nuestra pasividad frente a quienes la ponen en peligro y la escasa atención que dispensamos a los que merecen nuestro respaldo, antes de que su muerte les pueda mitificar.

Noticias relacionadas