Rosalía Cortés | Martes 11 de marzo de 2014
“Ninguna ley puede obligar a ser madre", es verdad, como tampoco "ninguna ley puede obligar a abortar". Lo que sí puede hacer una ley es prohibir abortar porque el aborto implica la muerte de un ser humano que, aunque no se vea, es el mismo en el momento de la concepción que cuando tiene 30 años. No tiene la misma forma, es verdad, como no la tiene un joven de 18 primaveras que un anciano de 90 otoños. Desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, en cualquier etapa de su vida, el ser humano es persona y tiene la misma dignidad. La prueba evidente de cuál es el momento en que se inicia la vida la encontramos en la inseminación "in vitro". Lo que hacen en el laboratorio es unir un espermatozoide y un óvulo y transferirlo al útero de la mujer. No cogen un feto de 14 semanas, no, cogen una célula masculina y otra femenina, muy pequeñitas, microscópicas, las cuales viven, si no se encuentran, entre 48 y 72 horas. Luego mueren. ¿Obliga a ser madre una ley que prohíbe abortar? No, porque una mujer es madre desde el momento que se queda embarazada. Prohibir el aborto no es obligar a la mujer a “ser madre sí o sí” sino permitir que el hijo continúe viviendo y la madre tenga un hijo vivo y no muerto. La maternidad imprime carácter, y aunque un hijo muera, ella se siente madre toda su vida.
Si todos estamos de acuerdo en que nadie aborta porque sí y en que el aborto es un trauma para la mujer, por qué no defendemos la vida del concebido, la salud de la mujer y la maternidad con políticas positivas, reales y dotadas de presupuesto. La mujer no está loca, y sin embargo se la trata como tal. Existe el trauma pos-aborto, pero no el trauma por embarazo. El embarazo dura, como mucho, nueve meses y después éste da paso al disfrute total de la mujer con su hijo, si es ayudada ya ni te cuento, si acompañada es un sueño y si llegado a ese punto la mujer decide que no lo quiere, hay que ayudarla a que lo entregue en adopción, que es un acto de amor inmenso que ennoblece a la mujer. Los países ricos tiran la comida sobrante a la basura cuando los pobres se mueren de hambre. Nosotros abortamos a nuestros bebés, hijos sanos, y los tiramos a la basura cuando, los pocos que económicamente pueden, se van al fin del mundo a buscarlos y la mayoría se quedan con las ganas de tenerlos porque aunque tenga amor que dar, no tienen dinero para pagar lo que cuesta ir a buscar a un hijo.
No olvidemos todos que el aborto tiene lugar cuando la mujer ya es madre y la muerte de un hijo jamás ha dejado indiferente a una madre.
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