OPINIÓN

Ucrania, el sueño se vuelve pesadilla

Emilio Arteaga | Martes 04 de marzo de 2014
Tras el éxito de los ciudadanos ucranianos del Euromaidán, que contra todo pronóstico consiguieron, gracias a su heroica y solitaria resistencia contra la brutal represión del gobierno corrupto que estaba instalado en Kiev, echar del poder al infame Yanukóvich y a su cuadrilla de adláteres saqueadores, ha empezado el contraataque de Rusia, ya que no parece que Putin esté dispuesto a perder su control sobre Ucrania, al menos sobre una parte del país, incluso a costa de la partición del mismo. Puede que acepte perder la parte occidental, incluso Kiev, pero no Crimea y quizás decida anexionarse la parte oriental y meridional, pero probablemente preferirá dejar que el estado ucraniano se hunda y acudir al rescate como el gran patriarca paneslavo y restablecer su control sobre una Ucrania territorialmente intacta, pero completamente sometida al gran hermano ruso.
Las manifestaciones de ciudadanos crimeos de etnia rusa, los enfrentamientos violentos con manifestantes favorables al nuevo gobierno ucraniano, la ocupación de todos los puntos importantes de Crimea por individuos uniformados sin distintivos, pero que hay pocos dudas de que, o son soldados rusos, o son una especie de milicianos que siguen instrucciones de Rusia, que les proporciona armamento, suministros y la logística necesaria, que también han rodeado los cuarteles del ejército ucraniano en la península, la destitución del parlamento y el gobierno de la república autónoma crimea y su sustitución por un presidente elegido por aclamación callejera de los manifestantes rusos, que inmediatamente ha solicitado ayuda a Rusia, la eliminación de la bandera ucraniana de los edificios oficiales crimeos y su sustitución por la bandera rusa, así como el clamor por la celebración de un referéndum de secesión y reunificación con Rusia, son evidencias de que se está preparando el camino para la anexión. Rusia quiere recuperar Crimea, donde tiene su base la poderosa flota rusa del mar Negro, en Sebastópol, una zona que ya está de facto bajo administración rusa desde los acuerdos entre Ucrania y la Federación Rusa tras la disolución de la Unión Soviética.
La estrategia rusa de anexionarse Crimea mediante una táctica de hechos consumados que se van sucediendo inexorablemente, se confirma con la votación en el senado de Moscú autorizando la intervención armada en Ucrania para defender la “sangre rusa”, y la movilización y situación de tropas con armamento pesado y carros de combate en la orilla oriental del estrecho de Kerch, que une el mar de Azov con el mar Negro y separa la península de Kerch en Crimea de la península de Taman en el krai (territorio) de Krasnodar en Rusia y que en su parte más estrecha tiene solo cuatro kilómetros y medio de anchura. Además, el primer ministro Medvédev ha anunciado la construcción de un puente que uniría ambas orillas del estrecho y que proporcionaría una conexión territorial directa entre Rusia y Crimea, construcción prevista en unos acuerdos firmados en diciembre entre el gobierno ruso y el ucraniano de Yanukóvich.
Putin parece decidido a continuar la tradicional y secular política rusa de intervención en los países vecinos e imposición de la denominada “soberanía limitada” de los mismos. Ucrania se encuentra en una situación crítica. Con un país en bancarrota por el saqueo de Yanukóvich y sus secuaces, y también de algunos de sus antecesores, con una dependencia casi total del gas ruso y del comercio con Rusia, Putin puede estrangularla lentamente en pocos meses mientras consolida su dominio sobre Crimea y finalmente imponer un gobierno títere sometido a los intereses rusos sin necesidad de desmembrar el país.
Por desgracia para los ucranianos, no pueden esperar gran cosa de Occidente, más allá de las tibias declaraciones de exigencia de no agresión a la integridad territorial de su país, o algunas represalias menores, que no parece que vayan a impresionar a Putin, como suspender la reunión del G8 en Sochi, o incluso la amenaza de expulsar a Rusia del susodicho G8, que seguro que no le quitará al presidente ruso ni un minuto de sueño. La OTAN no iniciará una nueva guerra fría con Rusia por Ucrania. La Unión Europea, que también depende en gran parte del gas ruso y no tiene una política exterior común digna de tal nombre, seguirá con su habitual parálisis catatónica. Ni el Fondo Monetario Internacional ni la UE concederán al nuevo gobierno de Kiev el crédito que necesitaría para salir de la situación de quiebra y la ayuda de todo tipo que precisa un país cuyas estructuras estatales están diseñadas para que una minoría neofeudal se apropie de toda la riqueza, mientras la inmensa mayoría de la población sobrevive en precario en régimen de cuasi vasallaje.
Ucrania está sola y sus nuevos dirigentes deberán demostrar mucha habilidad, sagacidad y capacidad negociadora para salir vivos y más o menos indemnes del abrazo del oso ruso y para mantener una relativa independencia que, en cualquier caso, siempre estará sometida a la vigilancia de Moscú.

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