OPINIÓN

Vaso medio lleno

Vicente Enguídanos | Jueves 27 de febrero de 2014
Todos los contratos que firmamos por delegación con la vida, están plagados de condiciones que podemos modificar, si nos revelamos contra el destino y luchamos con ahínco para que se altere el cauce por donde nos llevaría la corriente adversa.

Sobreviviendo más de tres décadas en la indigencia, Raimundo Arruda Sobrinho es un buen ejemplo.

Envuelto  por basura y cartones, este mendigo se distinguía del mobiliario urbano de Sao Paulo por los papeles que aspiraba a publicar, llenos de poemas y mensajes invocando a no perder “la carga más pesada que un hombre puede soportar: la esperanza”. Este era el grito silente de un excluido brasileño que firmaba sus ensoñaciones como ‘El condicionado’, cuya historia y desenlace se ha convertido en ‘viral’ porque una anónima mujer le proporcionó un hogar, al localizar a su familia a través de una red social. Es la historia del efecto benéfico de la actitud positiva, como una versión actualizada del Pygmalion, que escribió Bernard Shaw hace justo un siglo, cambiando de género el mito de Galatea, al demostrar la capacidad de actuación de un ser humano sobre otro, si le devuelve la autoestima y le ayuda a encontrar la salida.

En el debate parlamentario celebrado esta semana sobre el estado de los ciudadanos, que integramos la nación, se ha echado de menos un gesto de abnegación política en favor de las personas que precisan alimentar su confianza  en el porvenir.  Aunque no se le puede pedir a la oposición que colabore, renunciando a su labor instintiva, sí que se le puede reclamar una valoración más conciliadora y optimista, en beneficio del ánimo quebrado de la sociedad, que precisa apoyarse en la visión de un futuro mejor.  Arrogarse la portavocía de una sociedad desencantada no excusa la corresponsabilidad en la propagación del descontento, no tanto por la moderación crítica del líder de la oposición, a la que le obliga moralmente su participación en el origen del problema, sino por respeto a la gente que no decae con facilidad y por lealtad a los argumentos que esgrimía cuando ocupaba el banco azul del mismo Congreso.

Es cierto que, por positivos que puedan ser algunas variables macroeconómicas esgrimidas desde el Gobierno, ningún desequilibrio está definitivamente resuelto y aún pasará algún tiempo antes de que el crecimiento que se atisba alcance al conjunto de la población, pero no deberíamos añadir obstáculos al escarpado camino de la crisis, ni desfallecer en la búsqueda de soluciones conjuntas que aceleren el proceso. Si sería desmesurada la soberbia por los avances conseguidos, es desproporcionado negar la evidente mejoría. Conviene recordar que, a tres meses de las elecciones al Parlamento Europeo, es la Unión la que lleva tiempo marcando la hoja de ruta y deja poco margen para desvaríos o decisiones autónomas que se distancien de la exigida coherencia económica, sobre todo entre quienes compartimos moneda.

Los líderes que no sólo quieran sacar rédito electoral con oportunistas e inaplicables propuestas, deberían esforzarse por generar ilusión y esperanza,  sin renunciar a la crítica ni caer en la complacencia, ya que todos necesitamos recuperar la motivación y sacar fuerzas de flaqueza con las que poder vencer la desafección por el bien común y para superar la adversidad cuanto antes, porque, como redactó el inspirador protagonista de nuestra historia, “por mala que sea la situación, un hombre nunca debe considerarla perdida”.

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