OPINIÓN

Paseíllo sí, paseíllo no

Pablo Torán | Viernes 31 de enero de 2014
Quien me conozca –o haya leído mis artículos- sabe que mi tolerancia ante la corrupción es igual a cero tenga el color que tenga. No obstante, las disquisiciones de las últimas semanas sobre si  la Infanta debe o no hacer el famoso paseíllo en los Juzgados me han hecho replantearme si realmente estamos en una democracia del Siglo XXI o en el III antes de Cristo, cuando en la antigua Roma el escarnio público era uno de los castigos para los acusados / condenados. No se engañen, la discusión es mucho más profunda que la respuesta a si la Infanta debe recorrer o no un paseíllo antes de ir a declarar ante el famoso Juez Castro, que tanto ha hecho –y escrito- por tener enfrente a la hija del Rey. Creo que es evidente que el paseíllo de la Infanta no se concibe como una entrada al Juzgado, sino como una suerte de vendetta de un país hastiado de leer, día sí y día también, que el dinero de sus impuestos acaba en el bolsillo de políticos, constructores, cursillos de formación o convenios con CCAA. El pueblo está harto y la Infanta, que es solo un elemento más de la desasosegante pintura Goyesca que ahora es España, corre el riesgo de ejercer como diana de la ira popular. En este caso no estamos hablando de que la Ley sea igual para todos, máxima que espero y deseo fervientemente que se cumpla. Si una persona delinque debe pagar el precio que marque el Código Penal por hacerlo, sea cual sea su apellido y tenga su sangre el color que tenga. Pero en este caso no estamos hablando de cumplir la Ley, sino de justicia popular condenatoria; y lamentablemente, los términos justicia y ley no van de la mano. No se trata de impedir que la Infanta “desfile” para protegerla. No es ése el mensaje que quiero enviar. Lo que afirmo es que ningún imputado debería verse obligado a soportar ningún paseíllo por el mero hecho de haber sido llamado a declarar. Un imputado no es un condenado y es perfectamente posible que acabe absuelto o que incluso ni siquiera sea juzgado, por lo que hasta que sea condenado no hay nada probado que reprocharle. Eso sí, si alguien es condenado por un delito, sí que entiendo que la gente se indigne y muestre su descontento con respeto, porque la justicia la aplican los Jueces, pero hasta ese momento dejemos trabajar a los órganos jurisdiccionales y confiemos en que la justicia se a igual para todos, aunque por momentos pueda no dar esa sensación. Por otro lado, me parece demencial que haya gente que pague 1500 euros por ver “desfilar” a la Infanta desde una posición privilegiada. ¿Estamos hablando en serio? ¿Con la crisis que hay y todavía queda gente dispuesta a malgastar el dinero que tanto cuesta ganar de esa manera? Dicen los expertos que cuando el cuerpo humano se ve sometido a situaciones de estrés el instinto de supervivencia hace que mande mensajes, ya sea un aumento de tensión arterial, ataques de ansiedad o incluso la pérdida de visión en un ojo. Es momento de ir al médico y tratar el problema. Pues bien, la sociedad, al igual que el cuerpo humano, va lanzando mensajes de que algo está mal, de que el camino emprendido no es el correcto y si quien tiene las herramientas para curarla decide seguir ignorándola, no tengo ninguna duda de que, lejos de curarse, el enfermo empeorará. Y acabará pidiendo cuentas a quién no ha querido curarle.