OPINIÓN

Cultura de conflicto

Marc González | Miércoles 29 de enero de 2014
Interesantísimo debate educativo el celebrado en Manacor el martes por la noche, convocado por el Pi. Personalidades de diversos sectores del mundo educativo dialogaban acerca de nuestro modelo y sus problemas.

La intensidad de las intervenciones agotó la práctica totalidad del tiempo disponible, de manera que me quedé con las ganas de plantear una reflexión que, gracias a que dispongo de esta tribuna pública, voy a poder compartir con ustedes.

Fueron varios los ponentes que, siquiera superficialmente, aludieron a unos hechos que yo creo que guardan íntima conexión.

Cuando se redactó el contenido del que sería el artículo 27 de la Constitución de 1978, tras un larguísimo debate, se optó por un texto que fuera lo suficientemente ambiguo para permitir distintas concepciones -una más liberal y otra más estatista- dentro de lo que el marco jurídico internacional de referencia permitía.

Sin embargo, el resultado final no fue interpretado por los partidos políticos como una oportunidad para el diálogo y una invitación al pacto, sino como una plataforma para imponer, cuando gobernasen, su particular concepción del sistema educativo que estaba llamado a reemplazar a la, de otro lado magnífica, Ley General de Educación de 1970, obra del efímero ministro del tardo franquismo, el valenciano Villar Palasí.

Pues bien, desde entonces no hacemos más que ir de Guatemala a Guatepeor con leyes que cada vez concitan menos apoyo, no ya de los ciudadanos, sino ni siquiera de aquellos que tendrían que aplicarlas.

La retahíla es la siguiente: LOECE (UCD, 1980), LODE (PSOE, 1985), LOGSE (PSOE, 1990), LOPEGCE (PSOE, 1995), LOCE (PP,2002), LOE (PSOE, 2006) y LOMCE (PP, 2013). Inaguantable, intolerable, estrambótico e increíble, pero así es.

En nuestro país, y aquí era donde quería llevarles, la discrepancia y la diversidad -en todos los ámbitos- no se ha entendido jamás como algo enriquecedor, ni como una llamada a sentarse y pactar. Bien al contrario que lo que sucede en sociedades anglosajonas, aquí la discrepancia no se resuelve con el pacto, sino con el conflicto, con la confrontación pura y dura.

No hablo sólo de la educación ni únicamente de los políticos. Me refiero a nuestra sociedad en su conjunto. No sabemos solucionar las diferencias sentándonos y renunciando a algunas de nuestras máximas aspiraciones en pro del conjunto. De eso nada.

Aquí, los partidos sólo aspiran a tener una mayoría absoluta que haga innecesario el parlamento y obligue a todos los ciudadanos a pasar por el tubo que el gobernante de turno imagine. Huelgan ejemplos, los tienen ustedes a decenas cada día en la prensa.

Lo que es una evidencia es que, o desterramos esta auténtica tara nacional, o jamás se resolverán de forma duradera los problemas que aquejan a nuestro sistema educativo. Y es de sus hijos y los míos de lo que estamos hablando.

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