Armando Pomar | Miércoles 29 de enero de 2014
Los que vivimos la transición sabemos muy bien que quiere decir simbología política. El Govern con su Llei de Símbols pretende que no se utilicen los locales públicos para mostrar simbologías que pertenezcan a una ideología, una filosofía, una religión o un partido político. Eso me hace recordar la historia de Blas Piñar, que ha muerto hoy. Tal vez el último de los franquistas, Piñar siempre negó la legitimidad de la simbología de la democracia. Para él, los únicos símbolos nacionales de España eran la bandera nacional del franquismo, el águila imperial, el yugo y las flechas. Símbolos que siempre utilizaba en sus apariciones públicas y en su despacho de abogado y notario. Blas Piñar fue muy critico con la política exterior de los Estados Unidos, por ello fue separado del Ministerio de Asuntos Exteriores. Que curioso. Felipe González, al principio de su presidencia, huía de los símbolos nacionales. Conocida era su poca simpatía con la bandera nacional. De hecho en la década de los 80, la bandera nacional, el símbolo del Estado, casi desapareció del mapa. Tampoco le gustaba a Zapatero la bandera de las barras y estrellas. Y ahora, al PP de aquí, no le apetece que los nacionalistas se sigan apoderando de las enseñas isleñas. Y es que la historia se repite como la cebolla. Unos y otros siguen confundiendo los símbolos, las banderas y las naciones. Tal vez, porque consideran que la patria es un solar y la bandera un trapo. Tal vez, porque aun no hemos madurado como sociedad plural y democrática. Tal vez, porque aun existen las dos Españas.
La Llei de Símbols es necesaria para terminar con la politización permanente. Y para recordar que la tradición cultural y la historia es patrimonio de todos. De unos y de otros, y nadie tiene el derecho de apropiarse ni de rechazar los símbolos de todo un pueblo.
Otra cosa es legislar el uso de símbolos, tal y como lo hacen todas las naciones del mundo y muchas comunidades españolas, entre ellas Catalunya que ha legislado que sus símbolos son la quatribarrada y el cant dels Segadors.
Baleares tiene sus propias señas de identidad, la quatribarrada la compartimos en la historia, pero Baleares aprobó en su Estatuto de Autonomía sus símbolos de identidad. Esos deben ser los primeros y tal vez, los únicos que debemos asumir todos los que residimos en estas islas.
Fanáticos siempre los habrá, como lo fue Blas Piñar.