OPINIÓN

Deus ex machina

Matías Barón | Lunes 27 de enero de 2014
En el teatro clásico, cuando la trama argumental de la tragedia llegaba a un punto irresoluble, se colgaba a un actor de una cuerda (no por el cuello, o al menos no necesariamente) y mediante poleas se le hacía descender al escenario en el papel de divinidad de guardia para resolver el conflicto o el nudo de la trama. Ese recurso literario y escenográfico, más bien forzado, ha venido a conocerse como “deus ex machina”. Con lo que me gustan las series de televisión (ninguna comparable con “El Ala Oeste de la Casa Blanca”), lo cierto es que tal recurso hubiera venido al pelo para poner un poco de orden en series como “Perdidos” o “Fringe”. Un dios que bajara del cielo para poner orden en el fumadero en el que se había convertido, sin duda, el estudio de los guionistas. Pero no vengo a hablar de series de televisión, o al menos no de series ya emitidas, porque no descarto que la gestión política de esta crisis económica dé, en el futuro, para un culebrón de varias temporadas. Vengo a poner de relieve una especie de aterrador tic de determinados políticos de rogar la intercesión de vírgenes y santos para resolver los asuntos políticos del país, es decir, la manía de emular el “deus ex machina” para que, como se suele decir, baje Dios y vea el lío que tienen organizado y le ponga remedio. La intercesión divina en las cuitas humanas es un tema recurrente al menos desde Homero. Pero por más que Apolo y Afrodita apoyaran a los troyanos, bastó un caballo de madera para reducir la ciudad a cenizas. Fátima Báñez se encomendó a la Virgen del Rocío para resolver el problema del paro (no sé por qué no se encomendó a la de Fátima, ya puestos), y en fechas recientes el Ministro del Interior, Jorge Fernández, se encomendó a Santa Teresa para resolver los problemas de España. Quede dicho que me merece todo el respeto el que alguien tenga Fe, que la profese y que lo manifieste con plena libertad. Pero me parece un indicio preocupante de la situación que vivimos que aquellos que tienen todo el poder del Estado, todos los recursos legales y administrativos en su mano, acaben confiándose a la divinidad para salir de la crisis. Supongan que van en un avión, y atravesando unas turbulencias, el piloto abre el micro y les invita a rezar con él un padrenuestro para salir con bien del trance. No creo que sea especialmente tranquilizador, la verdad. Dudo mucho que ni la Virgen del Rocío ni Santa Teresa puedan aportar mucho en relación con la destrucción de millones de puestos de trabajo, en el recorte de las pensiones, en la deconstrucción pieza a pieza del Estado del Bienestar. Ni siquiera creo que tengan nada que ver en el proceso de afilado de las concertinas o en la a todas luces inconstitucional legislación sobre seguridad privada que vendrá a aumentar las facultades de los vigilantes privados (no su sueldo, ya lo verán). Pretender que sean ellas quienes nos saquen del atolladero en el que estamos es lo mismo que afirmar que tienen la capacidad de sacarnos. Afirmar que tienen la capacidad de sacarnos es, a su vez, afirmar que hace seis años que estamos en crisis por su culpa, ya que podrían haber actuado antes y no obligarnos a implorarles, porque tamaña muestra de egolatría no le pega a Santa Teresa, referente máximo del misticismo, ni creo que le pegue a la Virgen del Rocío tampoco. Por tanto, estas encomiendas a lo divino, en el fondo, no son más que una falta de respeto a la Fe que tan ufanos proclaman profesar, ya que atribuyen a lo divino la solución y, por tanto, la no solución de problemas que nada tienen que ver con lo trascendente ni con lo místico, sino más bien con lo terreno y lo material. Y además de una falta de respeto es una muestra de incapacidad política. Si yo le pregunto a Jorge Fernández qué piensa hacer en la frontera de Melilla o de Ceuta y me suelta que hará lo que le indique Santa Teresa, lo siguiente que hago es llamar a emergencias para que manden a un especialista. Lo mismo con Fátima Báñez. ¿Será la Virgen del Rocío la que acabará con el paro? Porque desde luego ya está tardando… Y si la divinidad soluciona los problemas, para qué los queremos a ellos… Porque si lo que plantean de hecho es una teocracia, que lo digan. Así en lugar de tener ministros del Gobierno tendremos ministros de la Iglesia, que de estos temas saben más. En definitiva, y bromas aparte, creo que no estamos para que los ministros digan según qué cosas. Que dejen en paz a las vírgenes y a los santos, que dejen de encomendarse a lo sagrado y se pongan a dar explicaciones de la realidad, y no de la realidad maquillada sino de la verdad verdadera. Porque aunque ellos no lo sepan, el recurso literario y escenográfico del “deus ex machina” es puro teatro, pero nuestra situación no. Es tan real como la vida misma, y por más que roguemos convendrá tener el mazo a mano. Por si hay que quitarle la tontería a alguien.