“Incluso el emperador Nerón tomó parte en la prueba en 67 d.C.; los jueces le concedieron la victoria a pesar de que se cayó y no terminó tan siquiera la carrera”.
No lo digo yo, lo explica el doctor en Filología Clásica y traductor de la Ilíada de Homero Óscar Martínez, en el artículo “Juegos Olímpicos” publicado en el Historia National Geographic núm 116. ¡A ver quien era el juez valiente que no daba la victoria Nerón a pesar de su desastrosa actuación en los Juegos Olímpicos! El poder atrae al poder. Simplemente, porque la potestad otorga mecanismos para organizar las reglas del juego a conveniencia. Y aunque el sistema democrático establece herramientas para paliar estos juegos de intereses nada generales, los apoderados siguen utilizando mecanismos para garantizar la continuidad de su status quo. En la práctica, tenemos dos casos muy paradigmáticos. El primero es el sistema electoral. La Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) establece que los ciudadanos elegimos a nuestros representantes por circunscripciones y a través de listas cerradas. Incongruentemente, las actas de diputado o concejal son de carácter personalísimo. Es decir, sin poder elegir en listas abiertas a personas concretas, les estamos confiriendo con nuestros votos un poder personalísimo que puede ser utilizado en contra del partido. El transfuguismo es la prueba más clara de un sistema lleno de lagunas. Los pactos antitransfuguismo de los partidos (que se cumplen a conveniencia) son un parche a lo que debería de ser la auténtica solución: modificar la ley electoral. Sin embargo, sigue habiendo resistencia entre el legislador, porque la reforma de una de las principales leyes del estado es abrir un melón que le puede saber agrio. El segundo es la preeminencia del varón sobre la mujer en la sucesión a Jefe de Estado. Es un escándalo que a estas alturas la Constitución Española se siga contradiciendo a ella misma estableciendo una discriminación por razón de sexo a este nivel. El nacimiento de las infantas Leonor y Sofía ha ocultado la urgencia de una modificación de la carta magna; sin embargo, a nadie se le escapa que si no se ha enmendado aún es porque, en este caso concreto, más que abrir un melón se abriría la caja de los truenos. La cuestión es muy clara, al tratarse de un artículo del Título II, su modificación precisa de la disolución de las Cortes, nueva convocatoria de elecciones y un Referéndum. Ello conllevaría indefectiblemente a un debate social Monarquía vs República. La Casa del Rey siempre ha sido muy sibilina en sus movimientos para mantenerse al frente de estado. No en vano, casi cincuenta años después de que le llamaran “El Breve”, Juan Carlos sigue ahí, a pesar de… todo. El mundo político-social ya no se distingue entre derechas e izquierdas, sino en prosistema y antisistema. En el segundo grupo, mayoritario si nos basamos en el porcentaje de votantes, están los que luchan a su manera y los que callan asqueados por la impotencia de ver que los ciudadanos somos tratados como chichinabos. Corolario: Aún no ha existido partido que haya cambiado el sistema dentro del sistema.